28 de diciembre de 2008

Quisiera

Quisiera que pudieras ver a través de mis ojos para que supieras lo linda que te ves cuando sonríes, lo linda que eres cuando te amargas y pones cara de "yo no fui".
Quisiera que pudieras tocar a través de mis manos y sientieras cómo poco a poco me voy poniendo más nervioso mientras el camino a tu casa se hace más corto.
Quisiera que fueras mis labios para que con tus labios supieras cuánto se quiere a alguien que no hace más que alegrarte la vida.
Quisiera que fueras mis oídos para que escucharas cuánto se me acelera el corazón cuando se que vendrás y me dirás "hola".
Quisiera que fueras yo para que supieras los mil modos como te quiero.
Estás muy lejos y por eso quisiera también que fueras viento para que entraras en mis noches frías de soledad y te posaras junto a mí mientras me abrigas de amor.
Quisiera saber que más escribir porque son tantas las cosas que quisiera contigo que mil "quisiera" no sabrían decir cuantas cosas contigo quisiera.

23 de diciembre de 2008

Yo podría

Yo podría ser músico
y hacerte mil canciones al día,
pero no lo soy.
Podría ser pintor
y dibujarte al amor en el cielo,
pero no lo soy.
Podría ser escultor
y raptarte para que seas mi musa,
pero no lo soy.
Podría ser doctor
y curarte todos los males,
pero no lo soy.
O quizás ser brujo
y hechizarme para quererte toda la vida,
pero no lo soy.
Sólo soy casi-escritor,
y aunque lo único que tengo son mis palabras
me gustaría que las leyeras
para que así tú supieras
que te quiero hasta cuando duermo.

22 de diciembre de 2008

Ahora sí

Bueno, si leyeron el post anterior entenderán este; así que ahí va.
Quién diría que en estos tiempo una letra nos saldría tan cara, mi maldita partida tenía una letra de más en el nombre de mi tan mentado viejo así que como buenos ciudadanos averiguamos cuanto nos costaría el chiste ese. Y con una no tan grata sorpresa me enteré de que la cosa esa cuesta 500 lucas (o "nuevos soles" para los bloggers internacionales (= ). No puessss... no iba a pagar 500 lucas por una maldita letra así que lo mandamos a la mierda y me fui a otra sede de reniec. Felizmente aquí habían menos tipas diciendo "¿Fotos", "¿Fotos?", menos gente y hoy hubo menos solcito.

El procedimiento transcurría tranquilo, la señora no era tan grande, más bien era flaquita y un poco chinita. Me trataba con amabilidad y era muy rápida con las manos, pasamos la parte de "donación de órganos" y por alguna razón puso que no donaría órganos sin preguntarme siquiera. Fue como una reacción instantánea y decidí decirle que lo corrigiera ya que si los iba a donar. Me dijo "buenoooo", pero aún no sé que habrá querido decir. Pasamos por la parte del nombre de mi viejo, pero como ya había decidido iba a dejar que pusiera el nombre de mi viejo con una letra de más porque medio palo me parece un tanto "pendejo" por una letra. Ahora sí todo salió bien y la otra semana ire a recoger mi tan jodido, pero ya no tanto, DNI. Sólo que ahora estoy inscrito como hijo de un hombre que tiene un nombre diferente de ese señor que me dice "hijo" y que vive en mi casa. Jajaja.

19 de diciembre de 2008

El DNI más jodido

El día empezó muy caluroso ya que al jodido sol hoy también se le ocurrió posarse en lo más alto del cielo como si supiera la facilidad que tengo para sudar. Eran las once de la mañana y mi viejo y yo salimos. Me acompañaría a la reniec a tramitar mi tan esperado DNI y mientras yo lo hacía, él me esperaría afuera durmiendo (porque hace algún tiempo es lo que mejor le sale) ya que teníamos planeado almorzar con mi madre a eso de las dos de la tarde. Salimos con tiempo de sobra, tú sabes, “porsiaca”. Y muy tranquilos nosotros nos enrumbamos escuchando planeta, aunque en realidad sólo yo escuchaba. Al llegar cogí mi foldercito manila con mis fotos tamaño pasaporte que había tomado hace un buen tiempo, y es que la flojera por ir a tramitar esa cosa fue para mí, infinita.

Al llegar había como mil tipas en la puerta repitiendo “¿Fotos?, ¿Fotos?”; como si se fuera a acabar el mundo si dejaban de decirlo. “No, ya tengo” fue lo que dije, sólo que en un tono un poco descortés, y es que últimamente pierdo la paciencia con facilidad. Entré y una gran señora sentada -¿Qué va a tramitar?-, DNI le dije. Segundo piso. Subí y otra gran señora sentada al lado de esa máquina. No sé porqué pero parece que la reniec no supo conseguir más personas que señoras gordas y grandes con cara de amargadas.

-DNI por primera vez, me preguntó-
-Sí, es mi primera vez, le dije; en tono de burla-

Ella sólo me miró con cara de “que mal chiste” y me dijo a dónde ir. Caminé y no había cola ni nada. Esta vez había una señora no tan grande pero al igual que todas las anteriores con cara de amargada. Al lado de esta había una chica más joven y simpática que tenía un escote un tanto provocador, sin embargo; estaba ocupada con otra persona.

-Buenas tardes, le dije en voz baja ya que esta señora me intimidaba un poco, quiero tramitar el DNI-
-¿Disculpa, hablas español?

Ah no! Pensé, esta señora fea no me va a venir a tratar mal. Yo que incluso me he bañado para venir a esta cosa y me tratan mal.

-Sí, le dije que voy a tramitar el DNI-
-Ahora sí, me dijo. ¿Tus papeles?-

Me senté y ella comenzó a introducir muchos datos en la computadora. Saqué mis fotos, la partida de nacimiento, los recibos y una que otra cosa más. Comenzamos con el nombre completo y recordé porqué es que siempre sólo pongo mi primer nombre en cualquier papel. Y es aunque sea es “pasapiola”, pero el segundo, no pues, me pregunto yo que le habré hecho a mi mamá antes de nacer para que dejará que mi viejo me ponga igualito que él; está bien, quizás el dolor del parto fue jodidísimo, pero no para tanto. Seguimos con la dirección y otro problema ya que en el recibo figuraba una pero era otra. Es que nos mudamos al segundo piso, pero el recibo sigue llegando con la dirección del primer piso argumenté. Lo pasó por alto y siguió. De pronto escuché:

-¿Vas a donar tus órganos?
Esa pregunte me agarró frío y quizás no sea tan complicado responder, pero no lo había pensado jamás. Es decir, cómo saber si de aquí a muchos años (en el caso de que no muera mañana o pasado), iba a seguir queriendo que me abrieran todito después de muerto para ver que servía y qué no. Las pocas veces que lo había pensado supuse que si quería, pero al entender el tamaño real de la pregunte no sabía que decir. Me sentí totalmente estúpido ya que sólo estaba diciendo “ehhhhhhh………………….”

-¿Sí o no? Me dijo la señora, como recordándome que aún seguía esperándome.
-Ehh, sí- No sé si me sentí aliviado o no, pero después descubriría que mi respuesta no serviría de nada.

Seguimos con el procedimiento y ella introducía el nombre de mi papá. Me di cuenta de que lo había escrito mal y se lo dije.

-Pero en tu partida dice así, me dijo-
-Pero no es así, le respondí-

Es realmente jodido todo lo que puede hacer una letra de más. Nunca me había dado cuenta de eso en las mil veces que había leído mi partida durante toda mi vida. No tuve más remedio que llamar a mi viejo y eso fue lo que hice. Bajé, le toqué la luna del carro y lo desperté. Terminaste?, me preguntó. No, es que en la partida está mal tu nombre. Le escuché un carajo y subimos. Mientras subíamos me explicó rápidamente que sí pues, estaba mal escrito y que en la época de Fujimori pudo modificar su DNI, ya que en la L.E. decía un nombre que no era (todo por una letra). Llegamos y le explicamos esto de nuevo a la señora grande. Ella nos dijo que no había otra solución más que hacer todo un trámite en el notario para cambiar la partida y que recién ahí podía yo, tramitar el DNI. Mi padre, como ya es costumbre suya, dijo que no era lógico ya que lo que importaba no era su nombre sino el mío. Sin embargo, la señora que ahora me parecía un poco más linda, ya que estaba aplastando a mi viejo dijo que no podía hacer nada, pero que podíamos hablar con el doctor, en su oficina. El “doctor” era un tipo con miles de papeles en su escritorio, el código civil más grande que vi en mi vida y una computadora muy sucia; era el encargado de corregir los errores de las personas que introducían los nombres; pero que, como nos dijo; tampoco podía hacer nada.

No sé porqué mi viejo tenía una expresión de amargura por la mañana totalmente perdida y yo una sonrisa. Es que todo esto me pareció tan chistoso ya que, en realidad, todo fue “por las weas”. Y como estoy de vacaciones tengo todo el tiempo del mundo. Con mi viejo nos remontamos a generaciones pasadas y le mentamos la madre juntos al tipo que había escrito con una letra más su nombre en la maldita libreta electoral, en realidad no me importaba mucho pero me sentí muy bien haciendo algo junto a mi viejo, aunque eso fuera maldecir a alguien más. Sólo bajamos y nos subimos al auto a buscar a mi madre, el calor seguía más jodido que nunca pero fue una experiencia un poco jocosa. Yo me quedé pensando en si donaría o no mis órganos y mi viejo en el tipo ese que lo inscribió hace muchos y muchos años atrás cuando cumplió dieciocho.

Sofía en París

Para celebrar que mi lista de seguidores ya tiene tres filas hablare de Sofía, que hoy hablé conmigo ya que la llamé. Me dijo que sufre continuamnete de calosfríos (en realidad no sé si se dice calosfríos, yo siempre decía escalofríos) en París. Es que ella es muy friolenta y yo muy calentón, lo que me recuerda que aún tiene una chalina mía en su casa. Me dijo que tenía que caminar un millón de cuadras para conseguir un pan y otro millón más para un par de toallas higiénicas. Me dijo que había comprado las ballerinas más caras que había visto en su vida, pero que le gustaban demasiado como para dejar que "otra!" (así con signo de admiración) se las llevara en vez de ella. Su curso de actuación comenzaba el Lunes y dice que está un poco nerviosa. Yo le dije: "No te preocupes, lo haces muy bien". "Nunca me lo habías dicho, gracias" me dijo y sentí como si una fuerza invisible ayudada por la distancia nos uniera borrando todos los problemas que habíamos tenido. Me había propuesto no llamarla hasta la próxima semana, sin embargo, me dio un noseque después de almorzar que me impulsó a haverlo. Y es que la verdad, a pesar de todo es que la extraño; extraño a mi Sofía Frundiccelli. Estos días han sido una real pesadilla, no hecho más que sentarme a la computadora como buen bloggercito que soy a buscar más y más blogs con panetón y harrrrrrrrta mantequilla al costado. Ver tele todo el día y echarme a la cama a dormir largas siestas que me han dejado muy aturdido. Extraño llamar a Sofía para preguntarle si puedo ir a su casa a verla y que me diga que no. Sofía se fue a París el quince de diciembre, y hoy diecinueve me siento más gordo y más aburrido. Sofía se despidió con un "chau" y aunque hubiera sido perfecto que dijera te extraño, quizás yo debí hacerlo primero.

16 de diciembre de 2008

Marcela. Cap. III

"Are you gonna be my girl" Marcela. Nada más que eso

***

Nunca me había sentido tan canalla. Sin embargo, Marcela lo valía. Pero por el momento sólo tenía cabeza para pensar cómo sacarme a Sofía de encima, la inesperada Sofía. Salí del baño con la desesperación en la mirada, trataba de calmarme porque sé que cuando quiero mentir a pesar de todo la voz se me quiebra y me delata. Tengo que salir de aquí pensé; porque si a Marcela se le ocurre venir todo se iría al tacho, incluso Marcela.

-Mi mamá llamó le dije a Sofía mientras iba hacia ella, dice que ya están todos-
-Pero ni siquiera estás cambiado, vas a ir así? Me preguntó Sofía -
-Es cierto, iré a ponerme algo-
-Pero no te demores, para aprovechar más tiempo juntos-

Entré al cuarto donde escuché por primera vez a Marcela y me acaloré un poco; no sabía qué ponerme, cogí cualquier cosa y salí.

-Listo-
-¿Iras así?, me reprochó Sofía-
-Si, qué tiene-
-Por lo menos péinate no-
-Ya sabes que nunca me peino-
-Bueno, como quieras, sólo lo decía por tu bien-
-Si, eso dices siempre, pero mi cabello no tiene nada que ver con mi bien, además estaré en mi casa, y aunque ya no viva ahí, en mi casa puedo andar desnudo si quiero-
-¿Quieres pelear?-
-No. Es que ya se me hizo muy tarde y no quiero defraudar a mamá-
-Está bien, entonces vamos-

La cogí del brazo y me despedí de José, estábamos saliendo cuando vi la puerta de Marcela. Ya vengo, pensé. Me sentí tan idiota mientras Sofía me abrazaba ahí, frente a la puerta de Marcela. Bajamos y cuando ya estábamos en la avenida no sabía si preguntarle a Sofía si quería que la acompañe a su casa, los taxis pasaban y pasaban y le pregunté a Sofía si quería que tomásemos el mismo taxi arriesgándome a que me diga que sí. No te preocupes me dijo, visitaré a una amiga que vive a dos pasos de aquí. Bueno, le dije; entonces nos vemos. Un beso y chau.

El taxi arrancó y cuando doblé la esquina le pedí al taxista que pare.
-¿Qué pasa?, me dijo-
-Nada, es que olvidé la billetera-
-Bueno, lo espero-
-No gracias, es que me voy a demorar, más bien disculpe haberle hecho perder el tiempo-

Bajé rápido mientras el taxista refunfuñaba y hablaba entre dientes. Llegué a la esquina y miré bien a todos lados para ver si Sofía seguía ahí. Felizmente ya se había ido así que subí corriendo. José me dijo:

-¿Tan corta estuvo tu cena familiar?-
-No jodas, más bien apúrate que todo esto nos ha hecho perder tiempo-

Ya eran las ocho, Sofía me había hecho perder una hora. Planché mi ropa mientras José se bañaba y deseé mucho que estuviera mi viejita ahí con nosotros, ella me planchaba todo en un santiamén, en cambio yo me demoraba un siglo. Terminé y me metía a la ducha, salí y me puse la ropa, me paré frente al espejo y me peiné, estaba un poco abochornado por la incomodidad que me producía el pequeño tamaño del baño, pero me peiné. Eché todas las colonias que tenía en mi mano y comencé a olerlas una por una, escogí una y salí. José ya estaba en la sala con su nueva novia, que por cierto era muy simpática.

Me senté con ellos a conversar un rato mientras llegaba Marcela, hablábamos del lugar a donde iríamos cuando sonó el timbre. Era Marcela y estaba espectacular. Me había gustado desde la primera vez que la vi, o que la escuché. Era alta y de tez clara, tenía labios perfectos y ojos color de miel, era de cabellos castaños y de una figura que podría matar a cualquiera; era como perfecta y cuando la conocí la sentí más perfecta aún. No teníamos ningún gusto en común pero por alguna razón cada vez que estaba con ella me divertía mucho y sentía que éramos como parecidos a pesar de nuestras diferencias.

Estaba bien vestida, sólo que no diré cómo porque en realidad no importa para nada. La saludé con un beso y ella me devolvió una sonrisa. Le pregunté si quería pasar, pero me respondió que no, sino que quería aprovechar la noche. Sentí en esa frase un toque pícaro que me dio un poco más de libertad para tratarla, lo cual me hizo sentir aún más cómodo. Salimos los cuatro y tomamos un taxi; José fue adelante mientras yo coqueteaba con Marcela y de paso conocía a la novia de José que me había caído muy bien. La noche transcurrió rápida y divertida. Primero fuimos a un bar ya que aún era un poco temprano y cuando ya era casi medianoche a una discoteca. Hablamos mucho en el bar y sentí que poco a poco conocía más a Marcela; los tragos iban y venían mientras la noche avanzaba. Marcela se me hacía más perfecta y yo me sentía cada vez más conquistador. Sofía me llamaba constantemente así que salí del bar para contestarle. Se le ocurrió decirme “hola amorcito” y a mí “hola”. Sofía, me están esperando le decía. Bueno, diviértete, te quiero. Si, yo también le mentí. Regresé y Marcela estaba bailando en su silla así que propuse ir a una discoteca. Otra vez en un taxi, sólo que ahora yo adelante. José hablaba con su novia y con Marcela y yo volteaba de vez en cuando para mirar las sonrisas que Marcela me hacía y que yo le respondía.

Encontramos una discoteca y entramos, no sé si soy muy bueno para bailar, pero al parecer a Marcela le gustó así que aproveche y no la solté en toda la noche. Ya eran las dos de la mañana cuando Marcela y yo nos sentamos, nos pedimos unos tragos y comenzamos a charlar, la bulla era ensordecedora pero Marcela y yo seguíamos hablando a pesar de no escuchar casi nada, me gustaba hablar con ella sobre todo en ese lugar porque ante la imposibilidad de escucharnos sólo nos mirábamos. Sus ojos de miel me atraían demasiado; era muy linda y aunque la infidelidad es algo que me tiene sin el menor cuidado, sentía que esta infidelidad me estaba moviendo el corazón, no era una infidelidad cualquiera sino una con sentimiento. Sofía estaba cada vez menos en mi mente así que decidí besar a Marcela. Nos besábamos y besábamos sin hablar, sólo con miradas. José se había dado cuenta y desde la pista de baile me envió una sonrisa de camaradería. Era la noche perfecta y ya se estaba acabando. Los cuatro estábamos ya muy ebrios, así que decidimos irnos. Salimos de la discoteca y tomamos un taxi, en la radio sonaba “Are you gonna be my girl” y miré a Marcela que me miraba muy pícara ella. El camino seguía y Marcela se quedó dormida así que me desilusioné un poco ya que se me había pasado por la mente algo más que un beso. Llegamos al departamento y entramos los cuatro. La novia de José se quedó totalmente dormida en el mueble y él se quedó a acompañarla. Le dije a José que llevaría a Marcela a mi cuarto y que yo dormiría en el de él. Marcela ya había despertado hace un buen rato pero me dijo que se quería quedar conmigo lo cual me subió un poco los ánimos. Pasamos por el baño y ella entró intempestivamente jalándome de la mano. La noche ahora sí había comenzado y me di cuenta que mi baño no era tan pequeño como había dicho antes, la amplitud del baño nos dejó hacer algunas cosas pero no era el mejor lugar, continué besándola y la llevé a mi pieza, ahí donde la escuché por primera vez. Nos tiramos en la cama y comencé a sudar junto a ella al ritmo de nuestra respiración, la escuchaba jadear mientras me miraba fijamente y me decía cosas que me calentaban aún más. Estaba Marcela ahí, donde la conocí aunque ella no lo supiera, me encantaba ver su cuerpo desnudo junto al mío y sentirla más perfecta que nunca. La noche transcurrió así y terminó con una sonrisa en el rostro de cada uno de nosotros. Yo abrazándola debajo de las sábanas blancas que habían presenciado algo que no sentía hace mucho.

Al día siguiente desperté y José no estaba, Marcela y yo desayunamos cogidos de la mano y la despedí con un gran beso. Había sido un día perfecto, pero era hora de hablar con Sofía. La llamé y me respondió de mal humor; recién me levanto me dijo.

-Sofía, tengo que decirte algo-
-Dime, ¿qué pasa?-
-Sabes, creo que es mejor dejar lo nuestro aquí-
-¿Cómo?-
-Sé que no habíamos hablado nunca de esto, pero no me siento bien contigo y creo que tú tampoco-
-Sabes qué, has lo que quieras, pero no me vuelvas a llamar ni a buscar-
-No te preocupes, no lo haré-

Dicen que lo mejor no es sacarse un clavo con otro, pero yo lo haré y no sé lo que resulte, pero Marcela es algo que no había sentido y que me hace sentir perfecto.

Y Sofía se fue a París

Sofía siempre fue buena para actuar, me encantaba cómo lo hacía, pero nunca se lo dije porque sé que sólo le hubiera subido los humos. Teníamos una relación un tanto ambigua que se basaba más que nada en besos y sexo y de vez en cuando en amor y abrazos reconfortantes que yo le daba, y que me esmeraba para que parecieran lo más reales posibles. Sofía se iba el quince de diciembre a París ya que había conseguido una beca para seguir con su carrera de pequeña actriz. Se iría por seis meses y quizás en esos seis meses me olvidaría o quizás yo de ella. Hoy es martes dieciséis y el domingo me citó a su casa ya que dijo que teníamos que hablar. Llegué puntual y traté de ir lo más "bonito" posible, como a ella le gustaba. Sin embargo, poco tiempo después me daría cuenta de que no serviría de nada.

Sofía sentenció como sólo ella sabe hacerlo que lo mejor para nosotros era terminar, como si supiera que es lo mejor para mí. En ese momento pensé que lo mejor para mí hubiera sido no conocerla y coquetearle a una chica que estudiaba literatura en mi universidad y que me afanba mucho más que Sofía, pero como nunca hago lo correcto ya no había nada qué hacer. Luego de decidir esto ella sola me invitó un pie de manzana quizás para que pueda pasar la noticia con la mayor dulzura posible, como si fuera tan simple.

Regresé a mi casa un poco descuadrado, se me había ocurrido cualquier cosa menos eso. Llegó el lunes y me pidió que la ayudara con algunos papeles. Sólo fui pensando todo el camino en ella. Cuando la vi estaba mñas linda que nunca y estaba tan normal que me sentí mal. Corrimos de aquí para allá por toda la universidad y por casi todo Lima, comimos en huecos limeños y tomamos emoliente de carretilla, yuquitas de a china y chiclets de esos que se parten por la mitad. La noche legó y tenía que irse a casa. Le dije que iría al aeropuerto más tardecito, como a las once, antes de que se fuera. Y me preguntó con quién iría; le dije que iría sólo ya que no había visto a nadie de nuestros amigos. Fue entonces que ella sentenció: Si vas sólo mejor no vayas. Porque estaré muy ocupado con todos y no tendré tiempo para tí. Sofía me mató como está acostumbrada a hacerlo y yo sufrí como ya estoy acostumbrado a sufrir.

7 de diciembre de 2008

Si es eléctrico no

Hace unos cuantos días recordé algo muy cómico. Y es que hace unos años mi abuelo vivía conmigo y aunque no era una persona totalmente agradable era más agradable en mis recuerdos, ésos en los que yo era niño y el un poco más joven; esos en el que me llevaba al parque de las leyendas y me cargaba para subirme al techo de su muy antiguo pero legendario auto. Ese carro que siempre tenía en la guantera esos chicles de barra que tanto me gustaban a mí y a mi hermano. Y es que mi abuelo, antes de volverse un abuelo renegón sabía como hacerme feliz. Sabía convencerme de quitarle las rueditas a mi bicicleta, sabía convencerme para salir a jugar fútbol y sabía convencerme de no ver tanta televisión.

Incluso alguna vez me contó que su abuelo fue partícipe de la guerra del pacífico aunque nunca pude comprobarlo. Mi abuelo era un gran abuelo, como esos que hay pocos pero que después por alguna razón de la maldita naturaleza se vuelven renegones. Y es que tener ochenta años no debe ser muy agradable para nadie a pesar de haber vivido casi todo.

Pero hay algo que nunca voy a olvidar y que aún hasta ahora me causa un poco de gracia. Mi abuelo siempre desayunaba con nosotros. Y la costumbre era que siempre yo vaya al mercado y comprara los panes que a todo el mundo le gustaba menos a mí. El famoso pan de piso, y no sé bien cómo describirlo pero sólo se una cosa; no es ese pan que que se hace en la acostumbrada máquina que hay en casi todas las panaderías, era un pan artesanalmente hecho. Y aunque parezca tonto cada vez que veía esa bendita máquina sentía un nosequé producto de que nunca me dejaron comprar ese curioso pan.

Pero un día desperté totalmente resaqueado y como ya era costumbre me levantaron de la cama lo más temprano que pudieron con la típica frase: "Ya, anda a comprar el pan". Y es que nadie entendía que estaba resaqueado es decir, totalmente cansado. Así que como el mercado se me hacía demasiado lejos, sólo atiné a comprar pan en la tienda de la esquina, esa que tenía la famosa máquina y cumplir mi tan ansiado sueño. Era mi primera vez con mi no-pan artesanal así que me sentí un tanto raro. Y con mi gran sonrisa en la cara me senté en la mesa en la que ya todos me esperaban y cuando vacié el contendio de la bolsa en la panera mi abuelo, mi gran abuelo pronunció algo que hasta ahora no olvido: "¡No! pan eléctrico no".

27 de noviembre de 2008

Recuérdate

Hoy, aquí donde estoy, al costado de este loro que me mira y me trae nostalgia les contaré lo poco que recuerdo de ella; y aunque no es mucho creo que es suficiente. Hace unos cuantos meses que la dejaron aquí esos hijos ingratos que tiene. Y fue el mes pasado que cumplió ochenta y tres años. Me pregunté muchas veces que hacía ella aquí, viviendo en una vieja quinta que Breña alberga, y que de paso la alberga a ella. Andaba casi todo el día recorriendo los viejos pasillos de esta antigua quinta viendo a los niños jugar y a los adultos conversar. Todos los días iba muy temprano a una pequeña gruta, de una de las tantas virgenes que existen, que estaba al fondo de la quinta y se quedaba ahí parada un buen rato. Vivía muy austeramente y andaba siempre con ropas ya muy viejas. Una vez a la semana venía un tipo, que quizás era uno de sus ingratos hijos, y le dejaba muchas bolsas con comida y un poco de dinero. Y se iba rápidamente diciendo que tenía muchas cosas que hacer. Se llamaba María, la señora María; y todo esto lo sé porque un día me invito a su casa.

Regresaba yo a mi casa cuando me topé con ella al centro de la quinta; yo evitaba cruzármela porque me parecía un poco rara; pero esta vez no pude. Me la encontré cara a cara y me dijo
-¿Puedes ayudarme a llevar esto a mi casa ?-
-Sí claro, le dije- y entré a su casa con la silla que me pidió que metiera.

Me invitó una taza de té y luego se sentó y comenzó a mirarme. Me pregunto cómo me llamaba y yo le respondí. Me preguntó que hacía por la vida y yo le respondí; me preguntó si tenía novia y yo le respondí. Me preguntó dónde vivía y yo le respondí. Toda nuestra conversación fue así. Pasaron las horas y nuestra conversación se hacía mas fluída. Me hablaba de los años cincuenta, de los años sesenta y de los años setenta. Me hablaba de su familia y de sus hijos que, como decía ella, ahora la querían poquito.

Al día siguiente sentí la necesidad de regresar. Toqué la puerta y ella me recibió cordialmente; me invitó otra tazita de té y nuevamente empezamos a hablar. Ahora me contaba de sus hijos, que aunque la querían poquito venían una vez a la semana a encargarse de ella. Me hablaba de cómo fueron ellos de niños y de cómo fueron creciendo. Me di cuenta de que tenía una amiga de ochenta y tres años cuando me comenzó a hablar de sus novios de juventud. La señora María era una de esas personas que ya no hay muchas. Siempre tenía algo de que hablar, siempre tenía cosas que preguntar y cosas sobre qué pensar. Ella era pintora, tenía algunos cuadros suyos en la pared; pero hace ya mucho tiempo que no pintaba. Es que la cintura ya no me deja estar parada mucho tiempo, me dijo. Era una mujer muy culta y muy tierna. El día de navidad estuve con mi familia hasta las once y cincuenta. Y faltando poco para la medianoche corrí a su casa con la esperanza de encontrarla. Ella estaba ahí y había puesto dos platos. Mis hijos están muy ocupados con sus trabajos y sus familias me dijo cuando le pregunté porqué no estaba con ellos.

Comimos un buen rato y luego nos pusimos a hablar. Afuera los niños jugaban con sus nuevos regalos y con sus chispitas de mariposa. Y nosotros jugábamos ajedrez mientras escuchábamos un disco de alguien que no conocía. Le conté que mi novia se iría de viaje el mes siguiente durante un largo tiempo. Cuando le dije eso fue a su cuarto y salió con un cofre en la mano. Era un collar hermoso; uno como no había visto nunca. Es de cuando me casé me dijo. No puedo aceptarlo le dije; pero ella sólo me miró como pidiéndome por favor que lo aceptara. Sólo atiné a decir gracias y acepté. Al día siguiente le conté que a mi novia le encantó el regalo y que me dio el abrazo más fuerte que alguien me dio jamás. Ella se alegró y me dijo gracias, gracias por darme una alegría más.

Yo al día siguiente le compré un loro. Un loro que ella tenía en su sala y que decía, me remplazaba mientras yo no estaba con ella. Andaba casi todo el día, casi todos los días en su casa y se hizo como mi casa, ella me curaba cuando me enfermaba y yo la cuidaba cuando se enfermaba. Ya habían pasado seis meses desde que la conocí, seis meses de la amistad más interesante que había tenido; y aunque la señora María hablaba siempre lento y suave nunca me aburría con ella; nunca me dejó decirle María, señora María me decía; pero ella siempre me decía niño. Un día fue a su casa y la encontré muy enferma en su cama, estaba muy pálida y muy débil. Ya me voy a ir me dijo. No, le dije; usted no se va a ir nunca. Conversamos un poco de Gardel, su cantante favorito, y luego se quedó dormida. La dejé ahí y fui a mi casa.

Estaba muy triste, pensaba en ella, pensaba en que ya estaba muy anciana, pensaba en que la iba a extrañar si se iba. De pronto sentí algo en el pecho que me hizo correr hasta su casa. De pronto caundo estuve cerca me quedé parado en seco. La señora María, como siempre le gustó que la llamara, estaba fuera de su casa en bata, caminaba hacia la entrada de la quinta envuelta por un haz de luz que la hizo levantarse del suelo y caminar hacia la profunda negrura de la noche; se fue alejando poco a poco y de pronto desapareció en el cielo; y entonces escuché; cuidate niño. Cuidese señora María.

21 de noviembre de 2008

Marcela. Cap. II

Como decirte Marcela que sueño contigo cada vez que te veo, que tu cuerpo fatal me hace pecar de pensamientos que ya no puedo aguantar. Sólo un minuto Marcela, daría cualquier cosa por un minuto de tu cuerpo junto al mío.

***

Al día siguiente intenté esconderme todo el día en mi casa, pero no pude. Al salir vi la puerta de Marcela y pensé en tocarla; pero que le diría me pregunté, quizás sólo un hola. Pero que más, seguramente me pondría nervioso y no sabría que hacer. Y si su novio seguía ahí; eso sería aún más bochornoso. No sabía que hacer así que regresé.

Después de un rato llamé a mi novia, no podía creerlo pero ya la extrañaba un poquito. Ojalá que no esté de mal humor, pensé. Me contestó y comenzamos a hablar, te extrañe me dijo; yo le respondí lo mismo aunque me sentí diciendo la mentira más grande del mundo. Entonces escuché la puerta de Marcela abrirse y le dije a Sofía, mi novia, que la volvería a llamar, escuché que me decía qué pasa, pero ya le había cortado. Salí y encontré a Marcela recogiendo el periódico de su puerta. Hola me dijo mientras se levantaba del suelo. Hola, le respondí… disculpa sabes dónde venden el periódico le pregunté; en realidad ya lo había estado comprando desde que llegué, pero no se me ocurrió otra cosa que preguntarle. Sí me dijo, yo tengo el teléfono del chico que los reparte, si quieres te lo doy y así te suscribes para que no tengas que ir a comprarlo.
Está bien, gracias le decía mientras ella entraba a su casa; dejó la puerta abierta y alcancé a ver sus muebles negros y sus paredes llenas de pequeños cuadros. Me pregunté si algún día estaría ahí sentado con ella tomando algo y hablando cuando salió, me dio el número y con una sonrisa se despidió.

La semana transcurrió sin sobresaltos, José llegó, pero decidí no contarle nada. A veces me cruzaba con Marcela y hablábamos un rato, otras veces incluso tomábamos el mismo carro y andábamos hablando todo el camino, pero nada más. Me contó que había terminado con su novio y traté de convencerla de su decisión. Si, tienes razón, le decía. El te ha hecho mucho daño. Ay Marcelita, si supieras que por dentro estaba celebrando. Fue entonces que le conté todo a José, como la había escuchado aquel sábado por la noche y cómo me había hecho su amigo con “tanto” esfuerzo. Llegó el fin de semana y para esto, José ya conocía a Marcela. Pensé que sería bueno invitar a Marcela a tomar algo, ya que me dijo que no tenía nada planeado. José invitó también a su novia, que felizmente no me conocía, ni conocía a Sofía.

Hablé con Marcela y le dije que iríamos, tenía miedo de que se sintiera incómoda ya que saldríamos con una pareja, pero aceptó mi invitación de lo más cómoda. Entré a mi casa para buscar que ponerme y encontré a José hablando por teléfono. Es Sofía me dijo, le has comentado algo de que vas a salir le pregunté. Me dijo que no y en ese momento recordé lo bueno que es tener a un amigo que te encubra cuando más es necesario. Hola amor, le dije de lo más animado; no sabes cuánto te extraño le decía cuando me preguntó que iba a hacer en la noche ya que unos amigos iban a despedir a un compañero que salía de viaje el lunes por la mañana. Tengo que ir a casa de mis padres le respondí rápidamente, es que hoy se juntará toda la familia y mi mamá me pidió que por favor no faltara. Ah, tu mamá me dijo, hace tiempo que no la veo. Si es que está un poco atareada con los papeles de mi hermano para la universidad. Está muy ocupada, a veces tengo que llamarla para que se acuerde de que existo. Quizás la llame más tarde para ver cómo está. No, mejor hoy no; es que creo que hoy se iba a ver con mi papá para arreglar unos papeles, es que creo que se quieren divorciar; así que no creo que esté del mejor humor. ¿Es en serio? No lo sabía, que pena; si pues, que pena pero prefiero no hablar del tema; si amor te entiendo, bueno, entonces otro día será. Si, mejor; bueno amor estoy saliendo con José a comprar un vino para la noche; te llamo mas tarde OK? Ya amor, chau; te quiero. Si, cuidate.

Colgué y di un gran respiro. José se reía por mi gran mentira. No sabía que tus padres se iban a divorciar me dijo; yo tampoco sabía wevón, ni sabía que se compraba vinos para cenas familiares. Putamare, eres la cagada en serio, que pendejo carajo jajaja. Ya, no jodas, más bien anda cómprate un desodorante, que ya se acabó el mió y no quiero salir oliendo a mierda. Ya, vengo en un toque. José estaba saliendo y cuando abrió la puerta Marcela estaba ahí parada a punto de tocar. Hola me dijo, es que quería hablar contigo. Bueno, yo los dejo dijo José. Pasa por favor, no te quedes ahí afuera.

-Que bonito está el departamento decía Marcela, mientras se sentaba-
-En realidad es una porquería, sólo que ayer lo ordenamos, si lo vieras a mitad de semana no querrías ni entrar-
-Ay, tanto así, no creo-
-Bueno, que pasa Marce, si necesitas algo sólo dímelo le dije mientras escondía el foto retrato de Sofía y yo que estaba en una de las mesitas-
-Nada importante, sólo quería saber si querías que vaya muy elegante o no-
-Ahhh, bueno. Que raro, nunca me habían preguntado eso. Pero no, ve como te sientas más cómoda. No es necesario que te arregles tanto; ya eres muy linda de por si-
-Gracias, pero ya no digas nada más que me dará vergüenza-
-Jaja, OK pero que conste que es lo que pienso-
-Ya pues, bueno entonces vengo más tarde-
-Listo, cuando ya estés lista sólo tocas la puerta que te estaré esp… bueno, te estaremos esperando-
-Ya, chau-
-Hasta luego-

Dieron las siete y tocaron la puerta. Que raro pensé, no creo que sea Marcela tan temprano le dije a José, ni siquiera estoy listo. Abrí la puerta y vi a Sofía parada con su gran sonrisa. ¡Sorpresa! ¿Te sorprendí no? Amor, que haces aquí. Nada sólo que nunca había venido y como tenía la dirección quise venir a verte antes de que fueras a tu casa. José que estaba a torso desnudo saludó mientras se metía a su cuarto a ponerse algo. Sofía se sentó como Pedro en su casa y comenzó a ver todo como si lo estuviera revisando. Bueno sí, pero me hubieras avisado para comprarte algo para comer, es que no voy a comer aquí. No te preocupes que ya comí en casa; y amor, ¿cómo te sientes aquí? No te sientes sólo cuando José se va: No tanto, no se va todos los fines de semana; hoy por ejemplo se va a quedar aquí solo. Ay, y ¿por qué no lo llevas a tu casa? Se lo pregunté pero no quiere, es un testarudo; quiere estar sólo es que peleó con la novia. Ay, pobre, debe estar un poco triste. Si, está muy triste le dije. Entonces salió José con una sonrisa estúpida de oreja a oreja como para cagarme el plan y saludó muy divertido él. Me levanté para ir al baño y lo intercepté antes de que se sentara, le dije que te peleaste con Angie así que pon cara triste carajo. Ahora vengo amor; voy al baño.

Entré al baño y me apoyé en el lavadero mirándome al espejo. Ojalá a Marcela no se le ocurra preguntar algo más porque no sabría que hacer pensé. Y si viene y pregunta por mí. Es que está tan buena, que rayos…

13 de noviembre de 2008

La del edificio

Ella vive en el ultimo piso de ese edificio que tiene a todos los muchachones del barrio algo pendientes y hasta un poco alterados. Todos saben que la mamá de Mafer sale a trabajar muy temprano y que regresa muy tarde en la noche. Ella tiene diecisiete y aún está en el colegio. Y nosotros ya un poco mayores, algunos hasta mayores de veinte seguimos baboseando por ella, porque aunque es recontra pendeja, nunca nos ha dado bola. Siempre trae a sus amigos colegiales y los encierra con ella. Todo el barrio habla de ella, las señoras que se levantan a las seis de la mañana para ir a la misa que ni ellas mismas escuchan no tienen otro tema de conversación que la pobre de Mafercita, tan rica ella caray, y a los demás no les importa porque están demasiado ocupados. Miguelito, el más chibolo del barrio vive un piso abajo que el de ella y nos ha contado que a oído ruidos muy fuertes luego de la entrada de cada colegial, e incluso que alguna vez que todos fuimos a jugar una pichanguita sin él, Mafercita lo invitó a pasar y lo estuvo tocando. Pero nadie le cree porque todos sabemos que no es más que un chibolo hablador.

Mafercita nos tiene a todos locos. Incluso cuando ya tenía quince se vislumbraba que iba a ser la ricotona del barrio, esa que todos querrían y desearían al punto del colapso. Yo voy a la panadería muy temprano y esa parte del día es la que más amo porque todos los demás están recontra dormidos; pero Mafercita no, es que ella tiene que ir al colegio pues. Y que premio de Dios es ver a Mafercita en la mañana con su short pequeñito y su polo apretadito. Ay Mafercita, que bueno que ahora no hay cárcel para los que se meten con menores de edad porque te juro que un día de estos no puedo más y mando a todos al carajo. Todo por un ratito de placer contigo.

La bodega de la señora Dora se hace propicia para sentarnos en las tardes y observar a Mafercita mientras juega vóley en la canchita con las demás; las demás, que aunque hierven de celos porque sólo miramos a Mafercita, igual andan con ella ya que si no nisiquiera nos daríamos cuenta de su existencia. Y a las seis en punto, casi todos los días viene su novio de turno; un colegial por lo general. Y se sienta ella bien rica con su noviecito como diciéndonos que el espectáculo se acabó.

Hace una semana hicimos una apuesta para ver quién se levantaba a Mafercita más rápido. El trato fue que no había reglas, todo valía; y el primero que se la ganaba aunque sea por un día se llevaría un monto nada envidiable además de una par de cajas de chela. Miguelito tambíen se apuntó y nos dijo que cuando Mafercita iba a la azotea a ver a su perrito, dejaba la puerta de su casa abierta. No sé porque nos lo contó pero yo no tuve mejor idea que caerle de sopresa sentado en su sala y declararle mi más profundo ¿amor?. No, mi más profundo deseo hacia ella. Es que Mafercita y yo éramos patazas, yo era el mejor amigo que tenía en el barrio, de niños andábamos de arriba para abajo; jugábamos a los novios y esa cosas que uno hace de niño; sólo que la universidad me había alejado un poco de ella. Nadie la veía como yo, su cara bonita conquistaba a todos y su sonrisa me cautivaba más aún. Yo la conocía desde que era una niñita, toda planita ella, con sus frenitos en los dientes y su panzita de niña comelona. Ella me contaba sus cosas y yo la escuchaba, fueron buenos tiempos con mi mejor amiga del barrio; pero ya nadie se acuerda de eso porque ella creció, se hizo más bonita y más pendeja.

Ese día estaba en la casa de Miguelito, y cuando Mafer subió a su azotea yo aproveché y me escabullí a su casa. Me senté y luego me arrepentí. Mafercita bajó y se asutó. Que haces aquí me dijo, yo le mentí y le dije que pensé que había salido y como vi la puerta abierta entré para cuidar su casa hasta que ella regresara. Ese día hablamos sin parar hasta la madrugada, me contó que su mamá se iba a quedar en la casa de una tía a dormir y que la había dejado sola. Ya me había olvidado lo bien que me hacía conversar con ella. Me contaba sus cosas de niña y yo mis cosas siplemente. Me contó que estaba un poco triste, que extrañaba a su papá y a su hermano. Ese día me di cuenta que Mafercita seguía siendo la mafercita de la que alguna vez creí enamorarme cuando tenía diez años. Seguía siendo linda, sólo que la vida y los chicos la habían cambiado mucho. Ya se había hecho tarde y ella se durmió en mi hombro. De pronto se despertó y me dijo que la había pasado muy bien, pero que yo la tenía olvidada; no te preocupes le dije, voy a hacerme un tiempo siempre que pueda para vernos; nos quedamos callados, nos miramos, nos sonreímos y la besé con un amor que no sabía que tenía. Nos separamos y ella se sonrojó. Que verguenza me dijo, que pensarás de mi y de todo lo que hago. Nada, le dije, yo no pienso nada de eso, sólo pienso que sigue existiendo la Mafercita que yo conocí. Ya era más de medianoche y seguía ahí. Nos seguimos besando y nos levantamos del sofá. Ella me llevó a su caurto y cuando estuvimos ahí la dejé acostada. Me miró como invitándome a acostarme con ella pero yo no quize. No se porqué pero desde esa tarde la he vuelto a ver de una manera diferente, como antes. Otro día será le dije y me fui. Le di un beso en la frente y le sonreí.

Al bajar estaban todos en la esquina de doña Dora. Te la comiste ni huevón me preguntó José. No jodas chato, le dije. Ya pe huevón, no te hagas el tercio me dijo Nicolás, a Nicolás le había gustado Mafer desde que la vio, pero ella ni lo miraba. Si te la comiste habla pe. Pobre Mafer, no sabía que habían apostado por ella, incluso yo. Me sentí un poco decepcionado conmigo mismo así que me fui. No, no me la comí les dije; y tampoco lo pienso hacer.

12 de noviembre de 2008

Marcela. Cap. I

Sus jadeos incesantes me llenaban la cabeza de deseo todos los fines de semana. Escucharla gemir a voz en cuello como la mujer apasionada en la que se transformaba cuando cerraba las puertas de su departamento me hacía reventar de sensaciones que ya no podía controlar más.

***

Hace algunas semanas me había mudado aquí, vivía con un amigo de la universidad que los fines de semana salía de viaje a Ica, su tierra natal. La primera semana estuvo llena de problemas; conseguir comida y demás cosas necesarias se nos hizo un poco difícil; sin embargo, al pasar los días ya nos habíamos acostumbrado. Era un departamento pequeño con dos cuartos. La ventana del mío daba a la ventana de ella. No sabía como se llamaba, sólo sabía que era una mujer muy simpática ya que me la había cruzado un par de veces en la entrada del departamento.

El viernes de la primera semana me había levantado muy tarde y tenía que llegar a tiempo a clases así que me duché lo más rápido posible y después de tomar un jugo salí corriendo y en la entrada tropecé con ella. Boté todas las cosas que llevaba en la mano, fue una situación muy embarazosa.

- Discúlpame, le dije, mientras recogía sus cosas; es que estoy algo apurado-
- No te preocupes, me dijo-

Su voz me encantó desde el primer momento en que la oí. Me llamo Marcela, me dijo, mientras me estiraba la mano para saludarme; le respondí el saludo y me despedí porque recordé que estaba con la hora. No me dijo nada más que su nombre pero en el camino me puse a pensar y traté de adivinar su edad. Quizás veinte o veintiuno que sería mejor, pensé. Siempre me han gustado las mujeres mayores y no sé porque.

Cuando ya había regresado encontré a José haciendo sus maletas porque se iba al día siguiente. Sólo atiné a dormir ya que había tenido un día muy cansado. El sábado otra vez me levanté tarde y José ya se había ido. Estaba sólo y no sabía que hacer. Recordé a Marcela y salí para probar suerte, sería bueno encontrármela, pensé; pero no la vi. Entré y me preparé el desayuno. Pasaron las horas mientras leía una novela que había guardado por ahí; llegó la tarde y estaba muy aburrido así que salí a caminar, entré a un cine viejo y pude dormir con tranquilidad. Al regresar mi novia me llamó, no la veía desde el viernes pasado, me dijo que estaba resfriada y un montón de cosas más que no hicieron más que aburrirme, me preguntó por cómo me había ido y yo simplemente le dije “bien”. Creo que eso la molestó un poco porque esperaba un poco más de participación de mi parte, pero en realidad ya me estaba aburriendo de ella, de cómo era y de cómo me trataba así que le dije que estaba muy ocupado y que le tenía que cortar. Luego me arrepentí y quise volver a llamarla pero un ruido afuera me entretuvo. Era Marcela recibiendo a alguien, escuché que lo invitó a pasar y después no pude escuchar nada más. Recordé que iba a llamar a Sofía, mi novia; pero se me habían ido las ganas. Ya eran las nueve de la noche y aunque era demasiado temprano decidí, como nunca, ir a dormir temprano un sábado por la noche.

Ya eran las diez y media y en la tele sólo habían cosas aburridas; la apagué y me estiré en mi lecho decidido a descansar y pensar que haría al día siguiente para no aburrirme. Fue en ese momento que abrí los ojos un poco aturdido. Los gemidos de la ventana contigua me habían despertado. Es Marcela pensé y el que entró era su novio o algo así. Intenté taparme con la almohada pero la seguía escuchando. En ese momento sentía un no se qué que iba entre la rabia por sacar a ese tipo de ahí y al mismo tiempo un deseo inmenso de estar ahí en vez de él. Me levanté y fui a la cocina por un vaso de agua, pero cuando regresé los jadeos seguían fuertes y rápidos. No sabía que hacer, intenté recordarla como la había visto el día que tropecé con ella; estaba en shorts de dormir y con un polo cualquiera que le quedaba un poco grande. Los jadeos seguían y yo seguía ahí en mi cama sin saber que hacer, fui otra vez a la cocina y me senté a tratar de pensar en otra cosa. Después de un momento regresé y no se escuchaba nada; sin embrago, de pronto escuché un gritito reprimido que al parecer, indicaba el final del acto. Me encontré parado en medio de mi habitación sin saber que hacer; parecía que el silencio reinaba en la habitación de Marcela. Habrían acabado me pregunté. No sabía que pensar así que fui al cuarto de José y aprovechando su ausencia me acosté a dormir.

22 de octubre de 2008

¿Nos torteamos?

Mis experiencias culinarias no van más allá de hervir el agua o freírme un huevo. Y por ser más específicos recuerdo que alguna vez en mi vida en que la suerte me acompañó, pude hacerme una tortilla para el almuerzo. Sin embargo, siempre quise saber algo más.
Es por eso que ante la jugosa invitación de parte de algunos amigos (más amigas que amigos claro está) a hacer una “selva negra” para pasar la tarde, no pude resistirme y acepté con la mayor ilusión.

En la mañana del gran día, me levante muy temprano ya que tenía muchas cosas que hacer y quería terminarlas antes de las cinco de la tarde, hora destinada a realizar mi gran proyecto. Salí muy temprano a la tienda de la esquina a comprar un poco de azúcar en polvo y a buscar ¼ de cucharadita de canela en polvo; como muy claramente especificaba la receta. El día resultó muy tranquilo así que no tuve grandes cosas por las que preocuparme. Ya eran las cuatro y media de la tarde y en el salón de clases veía en el reloj como el tiempo transcurría lentamente. La frase “se me hace agua la boca” es muy cierta, incluso cuando esa señora que hablaba de un proceso mental que me tenía un poco confundido, ya sentía que saboreaba el chocolate con la crema encima. Dieron las cinco de la tarde y salí sin despedirme de nadie. Salí de la universidad y tomé el micro.

Al llegar ahí, me avisaron que ninguno de mis amigos (hombres) había podido ir por disponibilidad de tiempo y otros porque tuvieron cosas importantes que hacer. Poco a poco me sentí más intimidado porque me parecía ser el único emocionado por hacer una tortita, ya que rodeado de tantas chicas que habían hecho en su vida más de una tortita, yo debía de ser el menos experimentado. Pero no me importó porque estas chicas eran las cuatro mujeres que ya mencioné en mi queridísimo bloj, así que no tengo problema con ellas, ya que me entienden.

Aty estaba enfrascada en remover una mezcla un tanto raro mientras meneaba el cuerpo al son de la batidora, a esta chica le falta tono pensamos. Mini preparaba las demás cosas preocupada porque podamos ensuciar su cocina, mientras Lulú disfrutaba con cara de ternura ver a sus amigos haciendo algo juntos, que sentimentalismos caray. No recuerdo que estaba haciendo Aty, pero supongo que debió de estar hablando con el tipo de los cabellos largos y el antisocialismo que muy pocos entendemos. La mermelada, la cocoa y demás cosas raras que no pensé nunca tener tan cerca de mis manos se juntaban en tazones diferentes mientras la batidora sonaba y yo sólo pensaba en tomarme la sangría que rondaba por ahí.

Todo resultó muy bien, incluso con manchadas de ropa y besos de chocolate. Ahora sólo faltaba llevarlo al horno y disfrutarlo.

-Acompáñenme a Hiraoka- dijo Mini, es que tengo que averiguar un precio.
-Peroooo y la torta, decíamos todos-

Al final fuimos todos y ninguno se quedó en la casa confiando en lo que alguna dijo acerca de que demoraría como mínimo media hora en hornearse. Llegamos a la mencionada tienda, y luego de un corto paseo ya estábamos de vuelta. Un tipo en bicicleta hizo alarde de los atributos de Atty, lo cual me dejó un poco sorprendido ya que pensé que su especialidad eran los infantes pero bueno, siempre es bueno cambiar de aires. Ya llegando a la casa y jugando por la acera el hambre me invadió así que subí rápido en compañía de estas cuatro mujeres. Todos subimos las escaleras hablando de cualquier cosa y cuando abrimos la puerta el olor a quemado invadió nuestras narices y rompió mi corazón (jaja). Que ironía pensé, es la primera vez que hago una cosa de estas y se quema. La tortita estaba negra así que alguien dijo: bueno, si no salió selva, por lo menos salió negra. El interior no estaba quemado así que le hicimos huequitos y más huequitos hasta poder comerla.

Esta fue mi primera torteada y como es primera vez siempre la recordaré. Gracias.

14 de octubre de 2008

This is for you.

La primera vez que se desnudó ante mi me dijo que le daba vergüenza, en cambio ahora lo hace cada vez que tiene tiempo; mi tiempo no importa, porque yo siempre me hago tiempo para ella. Antes de ir a su habitación cogidos de la mano me decía en el camino que me quería y cuando terminábamos de subir las escaleras me dejaba verla entrar y mirarme con esos ojos pícaros que tiene. Ahora sólo me abre la puerta y camina delante de mí como si fuera sola, esperando que yo llegue para cerrar la habitación. Si las paredes hablasen sabrían que me quiso y que yo la quise, pero si hablaran ahora sólo dirían una larga lista de atrocidades marcadas por el desafuero y la gula. Mirábamos al techo cada vez que terminábamos y hablábamos pensando que ese era el mejor momento de nuestras cortas vidas. Ahora cada vez que terminamos yo cojo mi ropa y mis cosas, y con un fugaz “adiós” me despido hasta la próxima vez en que ella tenga ganas de mí y yo me rinda ante su mandato. Antes pensaba en comprar rosas y chocolates que nunca comía por su común terror a engordar, ahora sólo voy a la farmacia antes de visitarle para no sorprenderme con resultados no deseados. Antes me abrasaba porque me quería y yo porque sentía lo mismo. Ahora me abrasa para tenerme siempre con ella, aunque sea de lejos; y yo la sigo porque lo gratis siempre es bueno.
Ella amaba mis mimos y detalles; ahora me aborrece totalmente. Es por eso que cada vez que la veo intento hablar lo menos posible para no caer en el fracaso de tener que irme antes de tiempo. Yo antes la quería, eso creo; ahora no se que siento; a veces nostalgia, a veces cariño, a veces deseo y a veces náuseas por esta relación tan vacía.

Me acaba de llamar hace veinte minutos, me dijo que llegaría a su casa en media hora y que por favor fuera puntual; hasta hace cinco minutos que estaba decidido a no ir y acabar con esto; pero no puedo porque ella es mi puta linda y yo su perro fiel.

2 de octubre de 2008

Las Mias

Ponerle título a esto va a ser quizás un poco difícil, ya que tendría que ponerle cuatro títulos diferentes. Diferente cada uno de ellos y ninguno más especial que el otro; en el caso de que se pueda conocer algo más especial.

Decir “amigo” es muy fácil para una persona como yo. ¿Y quien soy yo? Soy un hombre de dieciocho años, que está en el popular camino de la carrera universitaria, y que cuenta con “amigos” (hombres) para pasar uno que otro fin de semana libre hablando, quizás tomando y haciendo otras cosas más que posiblemente me dejarán una resaca maldita. Hablando con estos amigos (hombres) de muchas cosas, pero probablemente, hablando más de mujeres que otra cosa, lo cual me dejará más wantan que nunca. Si bien es cierto durante mi corta vida he escuchado muchas cosas, y una de las cosas que cuando niño me dejaban un poco confundido era la típica frase: ¿Quién entiende a las mujeres? Reflexionaba yo; las mujeres son personas que piensan y por lo tanto, como todos pensamos no debe existir ninguna dificultad en entenderlas. Sin embrago, conforme uno va creciendo y se va construyendo un “historial amoroso”, es decir, cuantas flacas has tenido; caes en la cuenta que lo que alguna vez escuchaste y no entendiste es totalmente cierto. ¿Quién diablos entiende a las mujeres? El que pueda que levante la mano por favor.

Y de que sirve toda esta gran introducción me pregunto, y yo mismo me respondo. Mi respuesta va en relación a que he llegado a entenderlas un poco, con ayuda pero he entendido al fin y al cabo. Pero uno no entiende sólo. Ni siquiera mis más fieles y ¿experimentados? amigos me han ayudado a comprender tan misterioso ser. Sino que debido a cuatro personas con quien suelo filosofar sobre las vicisitudes de la vida en una mesa mientras tragamos y picamos lo más que podemos del plata de otro, he llegado a tener una pequeña base de lo que son estos raros seres.

Son cuatro nombres que no voy a nombrar, por miedo a que se abalancen sobre ellas miles y miles de hombres ansiosos de esencia femenina (HA!!). Por el momento sólo diremos: Lulú, Mini, Any y Aty.

Any, la mami. Quien suele hablar de un patita de cabellos largos, que siempre la lleva a un lugar que se llama : “estoy lejos” ; Aty, quien aunque se hace la indiferente, de vez en cuando muestra sus debilidades hacia los programas infantiles, los uniformes, las loncheras de power rangers y esas cosas. Lulú, quien recientemente me ha negado el permiso para pegarle a Toby y Mini, quien tiene una tendencia un poco rara ante los hombres de ojos jaldos.

Los huecos en la universidad son propicios para tirarnos por ahí (en realidad, no nos tiramos, sino que nos echamos en el pasto) y hablar de diferentes y variadas cosas. Y a pesar de que andar mucho con mujeres hace que se te pegue el pensamiento femenino, son más los beneficios. Ya que si no estuviera con ellas, a quienes quiero tanto, no recibiría tratamientos dignos del mejor spa de Lima, como masajes gratis en la espalda, cuello y demás partes sensibles, consejos exactos sobre esas mujeres que hacen sufrir a uno y cosquillas relajantes mientras juega uno cartas escuchando la música de Any (nuestra “locutorio móvil”), quien dentro de poco dejará de serlo…

Y después de tantas charlas; si pues, es muy jodido tratar de entender a una mujer. Pero felizmente, aún me quedan muchas horas con estas cuatro mujeres tan lindas que, aunque son un poco confusas, me han sacado ya de más de una tristeza y me han robado más de una sonrisa. Sólo espero que aún nos quede mucho tiempo para seguir haciendo lo que siempre hacemos; tiempo para almorzar mientras Aty cuenta a voz en cuello sus más íntimas experiencias, tiempo para jugar charada mientras se representa la película “premonición”, por favor que lo haga Aty!! Tiempo para que Mini me acaricie la cabeza y juegue con mi cabello, tiempo para que Any nos diga: “estoy lejos”, tiempo para que Lulú siga con sus actitudes calentonas y tiempo para que yo las viva.

PD: Preséntenme a sus amigas pe!

26 de septiembre de 2008

Infiel innato

Hace varios meses soliamos hacer el amor, y hace algunas semanas que solemos tener relaciones. Y me parece imposible como es que aun puede decirme te quiero justo antes de que yo le mienta diciendole que tambien yo siento lo mismo.

Nos vemos casi todos los dias, todos esos dias me sonrie y me hace recordar porque me arriesgo tanto, porque me he aferrado tanto a su pureza inquebrantable y descontroladora. Siempre me atiende y me quiere y yo, siempre la quiero.

Hace un año me dijo que ya no me queria, pero ahora me dice que me quiere al final de cada dia en que nos vemos envueltos por su pasion salvaje. La noche es nuestra testigo porque nos oculta de nosotros mismos. Nos tapa y nos hace ser diferentes, es por eso que nunca la veo en las tardes.

Las tardes son para ella; los almuerzos, las salidas al cine, las caminatas cogidos de la mano y los juegos cariñosos son nuestros. Ella es engreida, pero yo soy su engreido. No me gusta mirarla a los ojos, aunque su claridad me atrapa y me lleva a un lugar donde la pureza no existe, un lugar en que ella se me olvida, un lugar en que recuerdo a otra.

La ultima vez que le llore fue hace un año y la ultima vez que ella me lloro fue hace un año y tres meses. Nos odiamos tanto que nunca nos alejamos mas que de nadie. Y extrañabamos tanto nuestras mentiras y frivolidades que ahora nos vemos.

No la conozco hace mucho, pero ya no quiero conocerla mas. La quiero, pero la odio. Y cuando la odio, la quiero lejos, y cuando la tengo lejos la extraño, y cuando la extraño la quiero. Y todo es un circulo vicioso del que no puedo salir.

Lo nuestro es sin compromiso y sin sentimientos. Lo unico que nos une es algo que no se como llamar, pero que me amarra a ella cada vez que la tengo a solas en mi habitacion.

Es bonita, no puedo negarlo. Pero es tan superficial, tan súperficial como todas las anteriores. Incluso creo que no hay de otra. Asi que ahi sigo a ver que pasa.

Ella es mas superficial, pero a ella ya me acostumbre. Sus besos y sus caricias me hacen olvidar sus defectos y mis debilidades, aunque ahora que ya no esta extraño tanto esos defectos que podria arrastrarme hasta encontrarla.

Ya casi ni la veo, y si la veo no me saluda. Esta ahi pero esta tan lejos como cuando no la conocia. Cuanto lo lamento, pero han habido veces en que lo he lamentado mas.

Y si pues, creo que todos tenian razon. Por gula de placer, te quedas solo hasta que venga otro par con quien sufrir.

16 de septiembre de 2008

Adiós

Está azul, realmente azul, hasta parece que por momentos se pusiera morado para después transformarse en rojo. Parece muy profundo, tan profundo como si cualquier cosa se pudiera perder dentro de él, quizás algún día venga de nuevo y me pierda por completo, para siempre. Y es tan grande que ni siquiera parece un lago, parece el mar, el mar que se lo lleva todo y no lo regresa jamás. Porqué te tuviste que ir.

5 de septiembre de 2008

Yo te digo

De Roberto Bolaño he leído,
que el amor y la tos no se pueden ocultar.
Ante esto a Roberto yo le digo,
que para la tos una pastilla
y para el amor una polilla.

22 de agosto de 2008

Y así es

A veces quisiera hacer lo mismo que el hace. Comer lo mismo que el come y tomar lo mismo que le toma. Hasta a veces podria decir que vive mejor que yo aunque quizás eso es muy precipitado.

Creo que aún no tiene un año, sin embargo nunca está tranquilo, se levanta más temprano que nadie haciendo bulla porque tiene hambre, cuando salgo a la azotea lo recuerdo porque se que estaría detrás mío esperando que lo mire. A veces sus ojos son asi y otras asá. Nadie lo ve pasar pero en cualquier momento del día desaparece de donde estaba y aparece casi mágicamente en otro lugar.

Duerme y come todo el día. Y solo cuando tiene ganas se levanta y se estira un poquito, pero sólo un poquito. Le dicen de muchas formas pero yo siempre le quize decir baboso.

13 de agosto de 2008

Sueños de micro

Luego de encomendarme al señor como me había enseñado mi madre desde muy pequeño para que en el camino no sufra ningún percance me puse a pensar si es que lo hacía por verdadera creencia o por inercia total. Y es que me he dado cuenta de que la mayoría de veces que me acuerdo de Dios es únicamente para pedirle algo.

Estaba reflexionando acerca de si debería sentirme culpable o no cuando una voz estruendosa y picaresca cortó de raíz mis cuestionamientos. Era uno de estos tantos personajes que sube a los micros ofreciendo productos golosinarios después de realizar un show, que por lo general es muy interesante; debo decir que la palabra golosinarios despertó cierta inquietud en mí y aunque estaba casi seguro de que no existía deduje que seguramente provenía de otra ya que la costumbre de viajar en microbio, como decimos algunos, me ha enseñado que el ingenio de personas como Rubén es más grande que sus penas por lo que la chispa es el arma más grande que puede tener uno en este medio para no salir derrotado.

Este personaje, porque era realmente un personaje, se presentó diciendo que se llamaba Rubén Incháuztegui, era un joven de no más de treinta años seguramente, decía venir de provincia y tener un hijo al que quería con todas sus fuerzas, vestía ropas sencillas y tenía en el rostro una expresión incierta que vacilaba entre la picardía y la desilusión, cargaba al hombro una mochila y tenía en la mano un cuadernito misterioso que estaba ya muy desgastado y que me produjo una excitación ambigua. Quizás porque pensaba que era un pequeño cuaderno como el que yo tengo y llevo a todas partes para apuntar datos e ideas que percibo cuando viajo dentro de esta ciudad que a veces me trata bien y a veces mal. Lo curioso de el cuadernito era que Rubén no lo hojeaba para nada, sólo lo tenía agarrado como si fuera su fuerza de inspiración. En el primer momento que lo vi pensé que era una Biblia, instrumento frecuente de personas que suben a nuestro microbio argumentando que les cambió la vida o algo por el estilo, sin embrago, me di cuenta que no era eso así que dejé volar mi imaginación por un rato y preferí pensar que de repente era un recuerdo pasado o hasta un cuaderno donde su hijo hacía dibujitos en sus momentos libres.

Nuestro querido acompañante de viaje había elegido un tema realmente curioso para su monólogo de ocasión: la pedida de mano. Felizmente, aunque no sé si esa sea la palabra adecuada, no me ha tocado vivir una experiencia de tal calibre por lo que de eso no tengo mucho que opinar, sin embargo parece que a este tipo le había tocado vivir una muy peculiar o quizás la escuchó por ahí o hasta la inventó él mismo; lo cual lo hace más atrayente aún. El malo de la película es el suegro -decía él-; ese tipo que te guerrea para ver si tienes los pantalones suficientes y te pone todo tipo de pruebas para ver si estás apto como para ponerte una familia al hombro. Otro de los argumentos de nuestro expositor es que a nadie le gusta haber tenido en la casa a la luz de sus ojos, para que después de veinte años o más venga un braguetero cualquiera y se la lleve sin más ni más. Las risas se escuchaban estrepitosas por doquier y algunos hasta aplaudían por la manera en la que Rubén nos contaba su relato.

Él siguió hablando y aunque lo que decía me resultaba excelente como para animarme el viaje, había tenido un día muy atareado y el cansancio me iba venciendo poco a poco así que me recliné en el asiento y perdí mi mirada en el techo blanco del bus. Estaba muy cansado así que caía dormido en un par de minutos. Sólo recuerdo que soñé algo que me tiene un poco preocupado.

Tenía yo veintiocho años, estaba en una oficina que posiblemente era mía y aunque no era un día muy caluroso estaba sudando de una manera excesiva. Recuerdo que vi el reloj y eran las seis de la tarde. El calendario marcaba cuatro de junio y con mi novia habíamos programado ese día para la pedida de mano. Salí del trabajo y fui a la casa de Marcela. En el camino intenté pensar en otras cosas, pero mis nervios no me lo permitieron. Un semáforo en rojo y un muchacho vendiendo libritos pequeños sobre la familia. Se acercó a mi ventana y me habló:

-Mister, buenas tardes. A un solcito nomás el libro con todos los consejos de Pepita del Solar para llevar un matrimonio exitoso-

Sentí que el corazón se me salía de tan fuerte que golpeaba. "No gracias" le dije y seguí por la autopista. Dos cuadras más allá había un spot publicitario sobre un viaje con todo pagado para dos personas a Cancún, especificaba el anuncio “perfecto como regalo de bodas”. La radio anunciaba dieciocho grados en la temperatura pero yo sentía que estaba en el África. No podía pensar en otra cosa que no fuera la pedida de mano. Ya un poco más cerca de la casa de mi novia estaba una pareja en una esquina que al parecer tenía una fuerte discusión, la cual terminó con los dos alejándose por sitios distintos de la calle; inconscientemente pensé que seguramente era una pareja de esposos que tras una pelea habían optado por la separación, aunque la idea parecía inverosímil porque no creo que nadie elija la calle para solucionar sus conflictos.Era tanta mi desesperación que había relacionado todo con el suceso de hoy.

Llegué a la casa de Marcela y cuando toqué la puerta salió ella a recibirme. Me hizo pasar y sentarme con toda la familia que ya me había estado esperando para el gran acontecimiento. Tenía las manos temblando y el ceño un poco fruncido, las piernas me temblaban y lo que más me incomodaba es que ya tenía preparado mi pequeño discurso. Sin embargo, no podía articular palabra alguna. Cuando me alistaba a decir cualquier cosa el padre de Marcela intuyó mi nerviosismo y dijo:

-vamos hijo, con confianza que estamos en familia-

Lejos de infundirme valor, las palabras del señor Ricardo me pusieron más nervioso aún y solté cuatro palabras que salieron de lo más recóndito de mi ser.

-disculpen, pero no puedo-

Todo el mundo me miró con asombro y ni siquiera pude a ver a Marcela a los ojos por la vergüenza que me embargaba; salí corriendo de la casa, subí al auto y emprendí el camino a quién sabe donde pensando en mi inusitada cobardía.

El bus saltó y me desperté un poco exaltado. Me di cuenta de mi sueño y esbocé una pequeña sonrisa burlándome de mi curiosa conciencia. El monólogo de Rubén había terminado y lamenté no haber oído todo lo que dijo pero me causó mucha gracia soñar lo que soñé ya que este personaje de micro había inspirado mi conciencia a jugarme una broma en sueños. Rubén estaba pasando por los asientos ofreciendo sus productos golosinarios, saqué todo el sencillo que me quedaba y se lo di a cambio de tan interesante experiencia.

Rónald Cortez Palomino.

26 de julio de 2008

Para ti, sin cariño

Acabo de olvidar lo que tan poco tiempo me costó lograr, el comienzo de este pequeño relato. Sin embargo recuerdo que estaba relacionado con la suciedad de mi habitación y con mis ganas de escribir; ganas que se ven mermadas por mi alergia al polvo y por el frío que traspasa las paredes de mi casa.
No sé de que se va a tratar esto porque se me hace realmente difícil escribir de algo en particular. Quizás se deba a que estos últimos dias he estado aqui encerrado pensando que dormir hasta tarde y no hacer nada estimularían mi cerebro y daría rienda suelta a mi imaginación. Me di cuenta de mi gran equivocacion unos cuantos días atrás.
Era viernes por la mañana, mi padre me levantó muy temprano para acompañarlo a Chorrillos. Me desperté de buen humor así ke acepté sin ningún reparo; tomamos desayuno y salimos sin apuro...esa rima mi puño y letra estima, subimos al auto y emprendimos camino. Me resultaba un poco incómodo estar ahí sentado con esa persona que añoré tanto fuera mi amigo, pero no siempre se tiene todo lo que se kiere. Entonces decidí sumergirme en mis propios pensamientos; comenzé a pensar, a pensar en mis ganas tremendas de escribir y me dio mucho coraje el no haber logrado ni una línea entera en estos días de vagancia. Fui viendo pasar a Lima frente a mis ojos y como si nada venían a mi mente con una gran fluidez muchas cosas, muchas ideas, muchas líneas. Que pena me dio no haber tenido nada a la mano para escribirlas.
Para aplacar mi desgano intenté entablar una conversación con mi padre. Lamentablemente me siguió la corriente; se sentía tan raro pero muy en el fondo me sentí bien. Ya en La Victoria paramos intempestivamente, me resultó raro porque no conocía ese lugar y no recordaba que mi padre tuviera algún conocido por ahí.
-Anda comprate un sanguche, ahí ves?- dijo él
-¿en serio?- dije yo
Sí, rápido que aquí está prohibido estacionarse. Era una chicharronería. No la conocía. Salí del carro rápidamente para que él no notara la sonrisa que se me dibujó en la cara al notar que me estaba tratando como a un hijo, como a un amigo quizás. Fui veloz y dije -deme un sandwich de jamón por favor- todo el mundo volteó a verme y es que lo había gritado de tanta emoción que me embargaba.
Regresé al auto con el pan entre mis manos. Lo comimos entre los dos mientras avanzábamos y por sabe Dios qué cosa el cielo se aclaró y el sol brilló como nunca en toda la mañana. El camino siguió y comenzé a recordar mi niñez con mi padre, paseos a lugares hermosos, partidos de fútbol grandiosos con concordia de naranja incluída. Salidas al zoológico, reuniones familiares en las que el se aseguraba que yo fuera el centro de atención, fíjate lo que le enseñaron en el colegio, mira que bien toca este instrumento y eso que recién se lo han enseñado, es que está en un buen colegio. Sí, él tiene las mejores calificaciones de su salón; el otro día discutí con su profesora porque me lo llevé más allacito del grupo a la sombra, es que con tanto sol se me podía desmayar.
-ya regreso, compro una cosa y vengo- dijo él
Su voz interrumpió mi viaje, pero no me importó. Prendí la radio y al poco rato regresó.

Estábamos ya por las playas de Barranco y el sol comenzó a bajar un poco. Llegamos a Chorrillos y nos pusimos a hablar del morro solar. Un semáforo en rojo y un niño en la ventana vendiendo chicles en barritas. Esos chicles me traen recuerdos. Cuando mi hermano me llevaba en su auto junto con su novia, solía sacar algunos de la guantera aprovechando que bajaban para comprar pizza o comida rápida para darle una alegría al hermano menor que ya tenía diez años. Está bien, pero para la próxima pídemelos con confianza que te doy todos los ke kieras.
-Dame cinco pues- dijo mi papá
-Gracias maestro- dijo el pequeño
Semáforo en verde y seguimos avanzando. Llegamos al trabajo de mi madre y era la una y media en punto. Ese día mi papá había preparado arroz con pollo y aprovechando que en la cocina es muy bueno quisimos llevarle un poco a mi mamá, que gozaba mucho con el arroz con pollo y más con el de mi padre. Nos fuimos rápido porque ella seguía aún en horario de trabajo, pero antes le pregunté si ella también pensaba que era un día hermoso.
-Sí, creo que sí, por?- me dijo
-No sé, me parece- le dije
-Debe ser amorcito, bueno, ya me voy-
-Está bien, nos vemos-
-Te quiero-
-Yo igual-
Tomamos el camino a casa y por ahí encontramos al señor Manuel, un amigo de mi padre, vecino nuestro que se dirigía también al barrio.
-Y Matías, que dicen las chicas?- me dijo
-Ahí señor, todo tranquilo-
Las chicas, me reí dentro de mi. Que mala suerte que sea tan malo con mis relaciones. Espero que ahora no lo vuelva a echar a perder.
-Ah ya, porque yo te he visto con varias por el barrio- dijo
-No, son amigas del colegio y como nunca nos vemos aprovechamos las tardes para andar por ahí- le dije
-Ah ya, ta bien, ta bien-
Mi padre comenzó a conversar con el señor Manuel de cosas que se me hacían aburridas así que intenté dormir. Me recliné en el asiento y perdí mi mirada en el cielo.

Abrí los ojos y estábamos ya en casa. Subí las escaleras y almorzé en mi cuarto porque mi papá volvió a salir. Llegó en la noche trayendo a mi mamá y nos sentamos en el gran sofá a ver una película que iban a pasar. Cuando terminó, fui a la cama y pensando en Sofía di gracias por el día.

A la mañana siguiente amanecí con un resfrío nuclear; les digo así desde que por un resfrío como el de esa mañana me diagnosticaron neumonía y no tengo ni el más mínimo recuerdo de esos días porque andaba delirando casi inconsciente. Me di cuenta que había dormido sin medias y con un cubrecama que ya pedía cambio a gritos. Fui a la cocina y estaban ya tomando desayuno. Le pedí dinero a mi papá para unas pastillas para el resfrío.
-Otra vez?- me dijo
-Sí, es que no me abrigué en la noche- le dije
-Hasta para eso eres inútil, ya sabes que los resfríos a ti te dan con fuerza, pero no te importa no? La vez pasada fue lo mismo. No te acuerdas como te pusiste?-
-Caramba- dije. Siempre te gusta armar discusiones con cosas que ya pasaron, y haces lo mismo cuando peleas con mi mamá.
-Qué dices idiota? Yo sólo digo la verdad y que seas tan huevón no es mi problema- me dijo
-No me digas idiota, que tú eres más idiota- le dije
-Cállate la boca y no jodas; lo único que haces es traer problemas, no sé cómo pude haber tenido un hijo tan inútil. Estoy seguro que fuiste un castigo de arriba-

En ese momento contuve la respiración, di la vuelta y fui a mi cuarto. Lloré en silencio y me prometí con una navaja al lado nunca más decirle papá a ese sujeto.

26/07/08 ...01.47am

21 de julio de 2008

Que pereza Sofia...

mi queridisima sofia... estoy aqui por pereza, por pereza a olvidarte, croe ke lo llaman costumbre. a mi no me importa, sólo me importa tenerte, besarte y matarte. Porque no eres si no el vivo recuerdo de mis más grandes temores y errores, tenias acaso ke ser tan cruel conmigo? tenias ke echarme sin compasion alguna al bosque de tus recuerdos, de tus malos recuerdos? yo solo kize kererte, tu sólo vivir. Y es que eres tan superficial como yo, salvo ke a ti no te importa y a mi sí; es por eso ke hoy alabo ke te vayas a pesar de kerer ke te kedes aki para martirizarme cada dia más kon el perfume de tus besos y la agresividad de tus caricias. Sofia, tenias ke llamrte sofia? lo más raro es que quiero correr y correr solo para verte otra vez, aunque sea de lejos, asi me mires kon esa indiferencia ke manejas a la perfección. Y es que me da pereza volver a enamorarme de otra vagabunda como tú. Por eso es que hoy te persigo cada vez que te veo, cada vez ke te siento y es que me exalta el recuerdo de tus labios pidiendo más de lo que ya estaba cansado de darte. Me aburres sofia, pero aún te quiero más que el primer día. Ojala te vayas muy lejos sofia, más lejos de lo que yo pueda perseguirte, que ya no me persiga tu recuerdo porque te seguire hasta morir. Por eso tre escribire siempre, así no lo sepas... te escribire hasta morir de deseos. Que pereza sofia...

Azulsu*

Es un gran problema vivir con un gran ignorante en casa y más cuando uno es otro. Mi padre y yo vivimos solos desde el día en que mi madre se fue porque no lo aguantaba, desde entonces no tengo ningún grato recuerdo de nuestra relacion; siempre fuimos padre e hijo, patrón y esclavo, jefe y empleado. Quisiera decir que algún día fuimos amigos ,pero... Siempre quise crecer muy rápido y asi no tener que dar explicaciones de porqué nunca estaba en casa. Odiaba estar ahi con el sin tener nada ke decirle, nada ke kontarle, nada ke preguntarle, nada ke pedirle, nada ke darle. "hola" y "ya vengo" eran nuestras frases preferidas... bueno, nuestras únicas frases... nunca le dije a nadie mis ganas de escribir y aunque en algunos días de inspiración se me pasaba por la mente contárselo en menos de un minuto se me iban las ganas, para él hubiera sido poco varonil ,estúpido. Cuando cumplí dieciocho me dio dinero y se me ocurrio guardarlo, cosa ke nunca hacía. Así pasó una año de gran austeridad para mí y al finalizarlo me di cuenta de que tenia una buena cantidad ahorrada. Nisikiera sabía ke hacer kon tanto dinero así ke lo deje ahi por si las dudas. Era tiempo de vacaciones y mis tardes libres hubieran sido las más aburridas si es ke nunca hubiera conocido a Azul. Ella era una amiga de conciertos, cuando era un asiduo concurrente de esos eventos donde la furia y la música se unian y me hacian olvidar todo. Azul vivía cerca a mi casa, pero nunca la había visto, andábamos toda la tarde hasta muy entrada la noche, su casa era mi casa y mi casa era sólo mi casa. La avenida principal de nuestro pekeño mundo era nuestro único camino, conociamos todos los rincones, todas las tiendas, todos los bares, todas las esquinas, todos los pirañas. Azul era como mi diario personal, nunca se cansaba de escucharme y yo nunca de hablarle. Comenzamos prestándonos libros y nunca devolviéndolos hasta ke nos dimos kuenta ke teníamos un anhelo en común: escribir. Siempre me dio mucha vergüenza contarl e igual a ella, sobre todo porque todo lo que hacíamos al final parecía aburridísimo de leer, pero no nos importaba porque era sólo para nosotros. Hoy han pasado ya muchos años. Después de una pelea con mi padre decidi mandar todo al diablo y dedicarme a hacer lo que me gusta, me fui de Lima con lo que tenía ahorrado y fui a Chiclayo... vivo cerca a la playa y trabajo en un restaurante. En mis momentos libres escribo sentado en la arena bajo el sol tenue que me inspira y pienso en Azul, mi compañera de batalla, me gustaría saber que fue de ella, nunca la llamé y es que cuando salí de Lima quize empezar de nuevo... Recuerdo que alguna vez prometimos escribir juntos, yo quería escribir con ella y ella conmigo. Espero verla pronto y darle mi mejor sonrisa.