13 de noviembre de 2008

La del edificio

Ella vive en el ultimo piso de ese edificio que tiene a todos los muchachones del barrio algo pendientes y hasta un poco alterados. Todos saben que la mamá de Mafer sale a trabajar muy temprano y que regresa muy tarde en la noche. Ella tiene diecisiete y aún está en el colegio. Y nosotros ya un poco mayores, algunos hasta mayores de veinte seguimos baboseando por ella, porque aunque es recontra pendeja, nunca nos ha dado bola. Siempre trae a sus amigos colegiales y los encierra con ella. Todo el barrio habla de ella, las señoras que se levantan a las seis de la mañana para ir a la misa que ni ellas mismas escuchan no tienen otro tema de conversación que la pobre de Mafercita, tan rica ella caray, y a los demás no les importa porque están demasiado ocupados. Miguelito, el más chibolo del barrio vive un piso abajo que el de ella y nos ha contado que a oído ruidos muy fuertes luego de la entrada de cada colegial, e incluso que alguna vez que todos fuimos a jugar una pichanguita sin él, Mafercita lo invitó a pasar y lo estuvo tocando. Pero nadie le cree porque todos sabemos que no es más que un chibolo hablador.

Mafercita nos tiene a todos locos. Incluso cuando ya tenía quince se vislumbraba que iba a ser la ricotona del barrio, esa que todos querrían y desearían al punto del colapso. Yo voy a la panadería muy temprano y esa parte del día es la que más amo porque todos los demás están recontra dormidos; pero Mafercita no, es que ella tiene que ir al colegio pues. Y que premio de Dios es ver a Mafercita en la mañana con su short pequeñito y su polo apretadito. Ay Mafercita, que bueno que ahora no hay cárcel para los que se meten con menores de edad porque te juro que un día de estos no puedo más y mando a todos al carajo. Todo por un ratito de placer contigo.

La bodega de la señora Dora se hace propicia para sentarnos en las tardes y observar a Mafercita mientras juega vóley en la canchita con las demás; las demás, que aunque hierven de celos porque sólo miramos a Mafercita, igual andan con ella ya que si no nisiquiera nos daríamos cuenta de su existencia. Y a las seis en punto, casi todos los días viene su novio de turno; un colegial por lo general. Y se sienta ella bien rica con su noviecito como diciéndonos que el espectáculo se acabó.

Hace una semana hicimos una apuesta para ver quién se levantaba a Mafercita más rápido. El trato fue que no había reglas, todo valía; y el primero que se la ganaba aunque sea por un día se llevaría un monto nada envidiable además de una par de cajas de chela. Miguelito tambíen se apuntó y nos dijo que cuando Mafercita iba a la azotea a ver a su perrito, dejaba la puerta de su casa abierta. No sé porque nos lo contó pero yo no tuve mejor idea que caerle de sopresa sentado en su sala y declararle mi más profundo ¿amor?. No, mi más profundo deseo hacia ella. Es que Mafercita y yo éramos patazas, yo era el mejor amigo que tenía en el barrio, de niños andábamos de arriba para abajo; jugábamos a los novios y esa cosas que uno hace de niño; sólo que la universidad me había alejado un poco de ella. Nadie la veía como yo, su cara bonita conquistaba a todos y su sonrisa me cautivaba más aún. Yo la conocía desde que era una niñita, toda planita ella, con sus frenitos en los dientes y su panzita de niña comelona. Ella me contaba sus cosas y yo la escuchaba, fueron buenos tiempos con mi mejor amiga del barrio; pero ya nadie se acuerda de eso porque ella creció, se hizo más bonita y más pendeja.

Ese día estaba en la casa de Miguelito, y cuando Mafer subió a su azotea yo aproveché y me escabullí a su casa. Me senté y luego me arrepentí. Mafercita bajó y se asutó. Que haces aquí me dijo, yo le mentí y le dije que pensé que había salido y como vi la puerta abierta entré para cuidar su casa hasta que ella regresara. Ese día hablamos sin parar hasta la madrugada, me contó que su mamá se iba a quedar en la casa de una tía a dormir y que la había dejado sola. Ya me había olvidado lo bien que me hacía conversar con ella. Me contaba sus cosas de niña y yo mis cosas siplemente. Me contó que estaba un poco triste, que extrañaba a su papá y a su hermano. Ese día me di cuenta que Mafercita seguía siendo la mafercita de la que alguna vez creí enamorarme cuando tenía diez años. Seguía siendo linda, sólo que la vida y los chicos la habían cambiado mucho. Ya se había hecho tarde y ella se durmió en mi hombro. De pronto se despertó y me dijo que la había pasado muy bien, pero que yo la tenía olvidada; no te preocupes le dije, voy a hacerme un tiempo siempre que pueda para vernos; nos quedamos callados, nos miramos, nos sonreímos y la besé con un amor que no sabía que tenía. Nos separamos y ella se sonrojó. Que verguenza me dijo, que pensarás de mi y de todo lo que hago. Nada, le dije, yo no pienso nada de eso, sólo pienso que sigue existiendo la Mafercita que yo conocí. Ya era más de medianoche y seguía ahí. Nos seguimos besando y nos levantamos del sofá. Ella me llevó a su caurto y cuando estuvimos ahí la dejé acostada. Me miró como invitándome a acostarme con ella pero yo no quize. No se porqué pero desde esa tarde la he vuelto a ver de una manera diferente, como antes. Otro día será le dije y me fui. Le di un beso en la frente y le sonreí.

Al bajar estaban todos en la esquina de doña Dora. Te la comiste ni huevón me preguntó José. No jodas chato, le dije. Ya pe huevón, no te hagas el tercio me dijo Nicolás, a Nicolás le había gustado Mafer desde que la vio, pero ella ni lo miraba. Si te la comiste habla pe. Pobre Mafer, no sabía que habían apostado por ella, incluso yo. Me sentí un poco decepcionado conmigo mismo así que me fui. No, no me la comí les dije; y tampoco lo pienso hacer.

4 comentarios:

Azucena Oré Vereau dijo...

OHHHH, que siga que siga

Katherin dijo...

ahhhhhhhhhhh!


q siiigaaaaaaaaaaa!


:)

La niña Ale... dijo...

Existe esta chica?

;-)

Anónimo dijo...

chevereeee!!!...compare la verdad que tienes futuro como escritor! jejeje...estan muy buenas las historias! xD...pero tienen q ser mas largas!..esta me quedo chica!...la historia debe continuar! jojojo xD