28 de diciembre de 2008

Quisiera

Quisiera que pudieras ver a través de mis ojos para que supieras lo linda que te ves cuando sonríes, lo linda que eres cuando te amargas y pones cara de "yo no fui".
Quisiera que pudieras tocar a través de mis manos y sientieras cómo poco a poco me voy poniendo más nervioso mientras el camino a tu casa se hace más corto.
Quisiera que fueras mis labios para que con tus labios supieras cuánto se quiere a alguien que no hace más que alegrarte la vida.
Quisiera que fueras mis oídos para que escucharas cuánto se me acelera el corazón cuando se que vendrás y me dirás "hola".
Quisiera que fueras yo para que supieras los mil modos como te quiero.
Estás muy lejos y por eso quisiera también que fueras viento para que entraras en mis noches frías de soledad y te posaras junto a mí mientras me abrigas de amor.
Quisiera saber que más escribir porque son tantas las cosas que quisiera contigo que mil "quisiera" no sabrían decir cuantas cosas contigo quisiera.

23 de diciembre de 2008

Yo podría

Yo podría ser músico
y hacerte mil canciones al día,
pero no lo soy.
Podría ser pintor
y dibujarte al amor en el cielo,
pero no lo soy.
Podría ser escultor
y raptarte para que seas mi musa,
pero no lo soy.
Podría ser doctor
y curarte todos los males,
pero no lo soy.
O quizás ser brujo
y hechizarme para quererte toda la vida,
pero no lo soy.
Sólo soy casi-escritor,
y aunque lo único que tengo son mis palabras
me gustaría que las leyeras
para que así tú supieras
que te quiero hasta cuando duermo.

22 de diciembre de 2008

Ahora sí

Bueno, si leyeron el post anterior entenderán este; así que ahí va.
Quién diría que en estos tiempo una letra nos saldría tan cara, mi maldita partida tenía una letra de más en el nombre de mi tan mentado viejo así que como buenos ciudadanos averiguamos cuanto nos costaría el chiste ese. Y con una no tan grata sorpresa me enteré de que la cosa esa cuesta 500 lucas (o "nuevos soles" para los bloggers internacionales (= ). No puessss... no iba a pagar 500 lucas por una maldita letra así que lo mandamos a la mierda y me fui a otra sede de reniec. Felizmente aquí habían menos tipas diciendo "¿Fotos", "¿Fotos?", menos gente y hoy hubo menos solcito.

El procedimiento transcurría tranquilo, la señora no era tan grande, más bien era flaquita y un poco chinita. Me trataba con amabilidad y era muy rápida con las manos, pasamos la parte de "donación de órganos" y por alguna razón puso que no donaría órganos sin preguntarme siquiera. Fue como una reacción instantánea y decidí decirle que lo corrigiera ya que si los iba a donar. Me dijo "buenoooo", pero aún no sé que habrá querido decir. Pasamos por la parte del nombre de mi viejo, pero como ya había decidido iba a dejar que pusiera el nombre de mi viejo con una letra de más porque medio palo me parece un tanto "pendejo" por una letra. Ahora sí todo salió bien y la otra semana ire a recoger mi tan jodido, pero ya no tanto, DNI. Sólo que ahora estoy inscrito como hijo de un hombre que tiene un nombre diferente de ese señor que me dice "hijo" y que vive en mi casa. Jajaja.

19 de diciembre de 2008

El DNI más jodido

El día empezó muy caluroso ya que al jodido sol hoy también se le ocurrió posarse en lo más alto del cielo como si supiera la facilidad que tengo para sudar. Eran las once de la mañana y mi viejo y yo salimos. Me acompañaría a la reniec a tramitar mi tan esperado DNI y mientras yo lo hacía, él me esperaría afuera durmiendo (porque hace algún tiempo es lo que mejor le sale) ya que teníamos planeado almorzar con mi madre a eso de las dos de la tarde. Salimos con tiempo de sobra, tú sabes, “porsiaca”. Y muy tranquilos nosotros nos enrumbamos escuchando planeta, aunque en realidad sólo yo escuchaba. Al llegar cogí mi foldercito manila con mis fotos tamaño pasaporte que había tomado hace un buen tiempo, y es que la flojera por ir a tramitar esa cosa fue para mí, infinita.

Al llegar había como mil tipas en la puerta repitiendo “¿Fotos?, ¿Fotos?”; como si se fuera a acabar el mundo si dejaban de decirlo. “No, ya tengo” fue lo que dije, sólo que en un tono un poco descortés, y es que últimamente pierdo la paciencia con facilidad. Entré y una gran señora sentada -¿Qué va a tramitar?-, DNI le dije. Segundo piso. Subí y otra gran señora sentada al lado de esa máquina. No sé porqué pero parece que la reniec no supo conseguir más personas que señoras gordas y grandes con cara de amargadas.

-DNI por primera vez, me preguntó-
-Sí, es mi primera vez, le dije; en tono de burla-

Ella sólo me miró con cara de “que mal chiste” y me dijo a dónde ir. Caminé y no había cola ni nada. Esta vez había una señora no tan grande pero al igual que todas las anteriores con cara de amargada. Al lado de esta había una chica más joven y simpática que tenía un escote un tanto provocador, sin embargo; estaba ocupada con otra persona.

-Buenas tardes, le dije en voz baja ya que esta señora me intimidaba un poco, quiero tramitar el DNI-
-¿Disculpa, hablas español?

Ah no! Pensé, esta señora fea no me va a venir a tratar mal. Yo que incluso me he bañado para venir a esta cosa y me tratan mal.

-Sí, le dije que voy a tramitar el DNI-
-Ahora sí, me dijo. ¿Tus papeles?-

Me senté y ella comenzó a introducir muchos datos en la computadora. Saqué mis fotos, la partida de nacimiento, los recibos y una que otra cosa más. Comenzamos con el nombre completo y recordé porqué es que siempre sólo pongo mi primer nombre en cualquier papel. Y es aunque sea es “pasapiola”, pero el segundo, no pues, me pregunto yo que le habré hecho a mi mamá antes de nacer para que dejará que mi viejo me ponga igualito que él; está bien, quizás el dolor del parto fue jodidísimo, pero no para tanto. Seguimos con la dirección y otro problema ya que en el recibo figuraba una pero era otra. Es que nos mudamos al segundo piso, pero el recibo sigue llegando con la dirección del primer piso argumenté. Lo pasó por alto y siguió. De pronto escuché:

-¿Vas a donar tus órganos?
Esa pregunte me agarró frío y quizás no sea tan complicado responder, pero no lo había pensado jamás. Es decir, cómo saber si de aquí a muchos años (en el caso de que no muera mañana o pasado), iba a seguir queriendo que me abrieran todito después de muerto para ver que servía y qué no. Las pocas veces que lo había pensado supuse que si quería, pero al entender el tamaño real de la pregunte no sabía que decir. Me sentí totalmente estúpido ya que sólo estaba diciendo “ehhhhhhh………………….”

-¿Sí o no? Me dijo la señora, como recordándome que aún seguía esperándome.
-Ehh, sí- No sé si me sentí aliviado o no, pero después descubriría que mi respuesta no serviría de nada.

Seguimos con el procedimiento y ella introducía el nombre de mi papá. Me di cuenta de que lo había escrito mal y se lo dije.

-Pero en tu partida dice así, me dijo-
-Pero no es así, le respondí-

Es realmente jodido todo lo que puede hacer una letra de más. Nunca me había dado cuenta de eso en las mil veces que había leído mi partida durante toda mi vida. No tuve más remedio que llamar a mi viejo y eso fue lo que hice. Bajé, le toqué la luna del carro y lo desperté. Terminaste?, me preguntó. No, es que en la partida está mal tu nombre. Le escuché un carajo y subimos. Mientras subíamos me explicó rápidamente que sí pues, estaba mal escrito y que en la época de Fujimori pudo modificar su DNI, ya que en la L.E. decía un nombre que no era (todo por una letra). Llegamos y le explicamos esto de nuevo a la señora grande. Ella nos dijo que no había otra solución más que hacer todo un trámite en el notario para cambiar la partida y que recién ahí podía yo, tramitar el DNI. Mi padre, como ya es costumbre suya, dijo que no era lógico ya que lo que importaba no era su nombre sino el mío. Sin embargo, la señora que ahora me parecía un poco más linda, ya que estaba aplastando a mi viejo dijo que no podía hacer nada, pero que podíamos hablar con el doctor, en su oficina. El “doctor” era un tipo con miles de papeles en su escritorio, el código civil más grande que vi en mi vida y una computadora muy sucia; era el encargado de corregir los errores de las personas que introducían los nombres; pero que, como nos dijo; tampoco podía hacer nada.

No sé porqué mi viejo tenía una expresión de amargura por la mañana totalmente perdida y yo una sonrisa. Es que todo esto me pareció tan chistoso ya que, en realidad, todo fue “por las weas”. Y como estoy de vacaciones tengo todo el tiempo del mundo. Con mi viejo nos remontamos a generaciones pasadas y le mentamos la madre juntos al tipo que había escrito con una letra más su nombre en la maldita libreta electoral, en realidad no me importaba mucho pero me sentí muy bien haciendo algo junto a mi viejo, aunque eso fuera maldecir a alguien más. Sólo bajamos y nos subimos al auto a buscar a mi madre, el calor seguía más jodido que nunca pero fue una experiencia un poco jocosa. Yo me quedé pensando en si donaría o no mis órganos y mi viejo en el tipo ese que lo inscribió hace muchos y muchos años atrás cuando cumplió dieciocho.

Sofía en París

Para celebrar que mi lista de seguidores ya tiene tres filas hablare de Sofía, que hoy hablé conmigo ya que la llamé. Me dijo que sufre continuamnete de calosfríos (en realidad no sé si se dice calosfríos, yo siempre decía escalofríos) en París. Es que ella es muy friolenta y yo muy calentón, lo que me recuerda que aún tiene una chalina mía en su casa. Me dijo que tenía que caminar un millón de cuadras para conseguir un pan y otro millón más para un par de toallas higiénicas. Me dijo que había comprado las ballerinas más caras que había visto en su vida, pero que le gustaban demasiado como para dejar que "otra!" (así con signo de admiración) se las llevara en vez de ella. Su curso de actuación comenzaba el Lunes y dice que está un poco nerviosa. Yo le dije: "No te preocupes, lo haces muy bien". "Nunca me lo habías dicho, gracias" me dijo y sentí como si una fuerza invisible ayudada por la distancia nos uniera borrando todos los problemas que habíamos tenido. Me había propuesto no llamarla hasta la próxima semana, sin embargo, me dio un noseque después de almorzar que me impulsó a haverlo. Y es que la verdad, a pesar de todo es que la extraño; extraño a mi Sofía Frundiccelli. Estos días han sido una real pesadilla, no hecho más que sentarme a la computadora como buen bloggercito que soy a buscar más y más blogs con panetón y harrrrrrrrta mantequilla al costado. Ver tele todo el día y echarme a la cama a dormir largas siestas que me han dejado muy aturdido. Extraño llamar a Sofía para preguntarle si puedo ir a su casa a verla y que me diga que no. Sofía se fue a París el quince de diciembre, y hoy diecinueve me siento más gordo y más aburrido. Sofía se despidió con un "chau" y aunque hubiera sido perfecto que dijera te extraño, quizás yo debí hacerlo primero.

16 de diciembre de 2008

Marcela. Cap. III

"Are you gonna be my girl" Marcela. Nada más que eso

***

Nunca me había sentido tan canalla. Sin embargo, Marcela lo valía. Pero por el momento sólo tenía cabeza para pensar cómo sacarme a Sofía de encima, la inesperada Sofía. Salí del baño con la desesperación en la mirada, trataba de calmarme porque sé que cuando quiero mentir a pesar de todo la voz se me quiebra y me delata. Tengo que salir de aquí pensé; porque si a Marcela se le ocurre venir todo se iría al tacho, incluso Marcela.

-Mi mamá llamó le dije a Sofía mientras iba hacia ella, dice que ya están todos-
-Pero ni siquiera estás cambiado, vas a ir así? Me preguntó Sofía -
-Es cierto, iré a ponerme algo-
-Pero no te demores, para aprovechar más tiempo juntos-

Entré al cuarto donde escuché por primera vez a Marcela y me acaloré un poco; no sabía qué ponerme, cogí cualquier cosa y salí.

-Listo-
-¿Iras así?, me reprochó Sofía-
-Si, qué tiene-
-Por lo menos péinate no-
-Ya sabes que nunca me peino-
-Bueno, como quieras, sólo lo decía por tu bien-
-Si, eso dices siempre, pero mi cabello no tiene nada que ver con mi bien, además estaré en mi casa, y aunque ya no viva ahí, en mi casa puedo andar desnudo si quiero-
-¿Quieres pelear?-
-No. Es que ya se me hizo muy tarde y no quiero defraudar a mamá-
-Está bien, entonces vamos-

La cogí del brazo y me despedí de José, estábamos saliendo cuando vi la puerta de Marcela. Ya vengo, pensé. Me sentí tan idiota mientras Sofía me abrazaba ahí, frente a la puerta de Marcela. Bajamos y cuando ya estábamos en la avenida no sabía si preguntarle a Sofía si quería que la acompañe a su casa, los taxis pasaban y pasaban y le pregunté a Sofía si quería que tomásemos el mismo taxi arriesgándome a que me diga que sí. No te preocupes me dijo, visitaré a una amiga que vive a dos pasos de aquí. Bueno, le dije; entonces nos vemos. Un beso y chau.

El taxi arrancó y cuando doblé la esquina le pedí al taxista que pare.
-¿Qué pasa?, me dijo-
-Nada, es que olvidé la billetera-
-Bueno, lo espero-
-No gracias, es que me voy a demorar, más bien disculpe haberle hecho perder el tiempo-

Bajé rápido mientras el taxista refunfuñaba y hablaba entre dientes. Llegué a la esquina y miré bien a todos lados para ver si Sofía seguía ahí. Felizmente ya se había ido así que subí corriendo. José me dijo:

-¿Tan corta estuvo tu cena familiar?-
-No jodas, más bien apúrate que todo esto nos ha hecho perder tiempo-

Ya eran las ocho, Sofía me había hecho perder una hora. Planché mi ropa mientras José se bañaba y deseé mucho que estuviera mi viejita ahí con nosotros, ella me planchaba todo en un santiamén, en cambio yo me demoraba un siglo. Terminé y me metía a la ducha, salí y me puse la ropa, me paré frente al espejo y me peiné, estaba un poco abochornado por la incomodidad que me producía el pequeño tamaño del baño, pero me peiné. Eché todas las colonias que tenía en mi mano y comencé a olerlas una por una, escogí una y salí. José ya estaba en la sala con su nueva novia, que por cierto era muy simpática.

Me senté con ellos a conversar un rato mientras llegaba Marcela, hablábamos del lugar a donde iríamos cuando sonó el timbre. Era Marcela y estaba espectacular. Me había gustado desde la primera vez que la vi, o que la escuché. Era alta y de tez clara, tenía labios perfectos y ojos color de miel, era de cabellos castaños y de una figura que podría matar a cualquiera; era como perfecta y cuando la conocí la sentí más perfecta aún. No teníamos ningún gusto en común pero por alguna razón cada vez que estaba con ella me divertía mucho y sentía que éramos como parecidos a pesar de nuestras diferencias.

Estaba bien vestida, sólo que no diré cómo porque en realidad no importa para nada. La saludé con un beso y ella me devolvió una sonrisa. Le pregunté si quería pasar, pero me respondió que no, sino que quería aprovechar la noche. Sentí en esa frase un toque pícaro que me dio un poco más de libertad para tratarla, lo cual me hizo sentir aún más cómodo. Salimos los cuatro y tomamos un taxi; José fue adelante mientras yo coqueteaba con Marcela y de paso conocía a la novia de José que me había caído muy bien. La noche transcurrió rápida y divertida. Primero fuimos a un bar ya que aún era un poco temprano y cuando ya era casi medianoche a una discoteca. Hablamos mucho en el bar y sentí que poco a poco conocía más a Marcela; los tragos iban y venían mientras la noche avanzaba. Marcela se me hacía más perfecta y yo me sentía cada vez más conquistador. Sofía me llamaba constantemente así que salí del bar para contestarle. Se le ocurrió decirme “hola amorcito” y a mí “hola”. Sofía, me están esperando le decía. Bueno, diviértete, te quiero. Si, yo también le mentí. Regresé y Marcela estaba bailando en su silla así que propuse ir a una discoteca. Otra vez en un taxi, sólo que ahora yo adelante. José hablaba con su novia y con Marcela y yo volteaba de vez en cuando para mirar las sonrisas que Marcela me hacía y que yo le respondía.

Encontramos una discoteca y entramos, no sé si soy muy bueno para bailar, pero al parecer a Marcela le gustó así que aproveche y no la solté en toda la noche. Ya eran las dos de la mañana cuando Marcela y yo nos sentamos, nos pedimos unos tragos y comenzamos a charlar, la bulla era ensordecedora pero Marcela y yo seguíamos hablando a pesar de no escuchar casi nada, me gustaba hablar con ella sobre todo en ese lugar porque ante la imposibilidad de escucharnos sólo nos mirábamos. Sus ojos de miel me atraían demasiado; era muy linda y aunque la infidelidad es algo que me tiene sin el menor cuidado, sentía que esta infidelidad me estaba moviendo el corazón, no era una infidelidad cualquiera sino una con sentimiento. Sofía estaba cada vez menos en mi mente así que decidí besar a Marcela. Nos besábamos y besábamos sin hablar, sólo con miradas. José se había dado cuenta y desde la pista de baile me envió una sonrisa de camaradería. Era la noche perfecta y ya se estaba acabando. Los cuatro estábamos ya muy ebrios, así que decidimos irnos. Salimos de la discoteca y tomamos un taxi, en la radio sonaba “Are you gonna be my girl” y miré a Marcela que me miraba muy pícara ella. El camino seguía y Marcela se quedó dormida así que me desilusioné un poco ya que se me había pasado por la mente algo más que un beso. Llegamos al departamento y entramos los cuatro. La novia de José se quedó totalmente dormida en el mueble y él se quedó a acompañarla. Le dije a José que llevaría a Marcela a mi cuarto y que yo dormiría en el de él. Marcela ya había despertado hace un buen rato pero me dijo que se quería quedar conmigo lo cual me subió un poco los ánimos. Pasamos por el baño y ella entró intempestivamente jalándome de la mano. La noche ahora sí había comenzado y me di cuenta que mi baño no era tan pequeño como había dicho antes, la amplitud del baño nos dejó hacer algunas cosas pero no era el mejor lugar, continué besándola y la llevé a mi pieza, ahí donde la escuché por primera vez. Nos tiramos en la cama y comencé a sudar junto a ella al ritmo de nuestra respiración, la escuchaba jadear mientras me miraba fijamente y me decía cosas que me calentaban aún más. Estaba Marcela ahí, donde la conocí aunque ella no lo supiera, me encantaba ver su cuerpo desnudo junto al mío y sentirla más perfecta que nunca. La noche transcurrió así y terminó con una sonrisa en el rostro de cada uno de nosotros. Yo abrazándola debajo de las sábanas blancas que habían presenciado algo que no sentía hace mucho.

Al día siguiente desperté y José no estaba, Marcela y yo desayunamos cogidos de la mano y la despedí con un gran beso. Había sido un día perfecto, pero era hora de hablar con Sofía. La llamé y me respondió de mal humor; recién me levanto me dijo.

-Sofía, tengo que decirte algo-
-Dime, ¿qué pasa?-
-Sabes, creo que es mejor dejar lo nuestro aquí-
-¿Cómo?-
-Sé que no habíamos hablado nunca de esto, pero no me siento bien contigo y creo que tú tampoco-
-Sabes qué, has lo que quieras, pero no me vuelvas a llamar ni a buscar-
-No te preocupes, no lo haré-

Dicen que lo mejor no es sacarse un clavo con otro, pero yo lo haré y no sé lo que resulte, pero Marcela es algo que no había sentido y que me hace sentir perfecto.

Y Sofía se fue a París

Sofía siempre fue buena para actuar, me encantaba cómo lo hacía, pero nunca se lo dije porque sé que sólo le hubiera subido los humos. Teníamos una relación un tanto ambigua que se basaba más que nada en besos y sexo y de vez en cuando en amor y abrazos reconfortantes que yo le daba, y que me esmeraba para que parecieran lo más reales posibles. Sofía se iba el quince de diciembre a París ya que había conseguido una beca para seguir con su carrera de pequeña actriz. Se iría por seis meses y quizás en esos seis meses me olvidaría o quizás yo de ella. Hoy es martes dieciséis y el domingo me citó a su casa ya que dijo que teníamos que hablar. Llegué puntual y traté de ir lo más "bonito" posible, como a ella le gustaba. Sin embargo, poco tiempo después me daría cuenta de que no serviría de nada.

Sofía sentenció como sólo ella sabe hacerlo que lo mejor para nosotros era terminar, como si supiera que es lo mejor para mí. En ese momento pensé que lo mejor para mí hubiera sido no conocerla y coquetearle a una chica que estudiaba literatura en mi universidad y que me afanba mucho más que Sofía, pero como nunca hago lo correcto ya no había nada qué hacer. Luego de decidir esto ella sola me invitó un pie de manzana quizás para que pueda pasar la noticia con la mayor dulzura posible, como si fuera tan simple.

Regresé a mi casa un poco descuadrado, se me había ocurrido cualquier cosa menos eso. Llegó el lunes y me pidió que la ayudara con algunos papeles. Sólo fui pensando todo el camino en ella. Cuando la vi estaba mñas linda que nunca y estaba tan normal que me sentí mal. Corrimos de aquí para allá por toda la universidad y por casi todo Lima, comimos en huecos limeños y tomamos emoliente de carretilla, yuquitas de a china y chiclets de esos que se parten por la mitad. La noche legó y tenía que irse a casa. Le dije que iría al aeropuerto más tardecito, como a las once, antes de que se fuera. Y me preguntó con quién iría; le dije que iría sólo ya que no había visto a nadie de nuestros amigos. Fue entonces que ella sentenció: Si vas sólo mejor no vayas. Porque estaré muy ocupado con todos y no tendré tiempo para tí. Sofía me mató como está acostumbrada a hacerlo y yo sufrí como ya estoy acostumbrado a sufrir.

7 de diciembre de 2008

Si es eléctrico no

Hace unos cuantos días recordé algo muy cómico. Y es que hace unos años mi abuelo vivía conmigo y aunque no era una persona totalmente agradable era más agradable en mis recuerdos, ésos en los que yo era niño y el un poco más joven; esos en el que me llevaba al parque de las leyendas y me cargaba para subirme al techo de su muy antiguo pero legendario auto. Ese carro que siempre tenía en la guantera esos chicles de barra que tanto me gustaban a mí y a mi hermano. Y es que mi abuelo, antes de volverse un abuelo renegón sabía como hacerme feliz. Sabía convencerme de quitarle las rueditas a mi bicicleta, sabía convencerme para salir a jugar fútbol y sabía convencerme de no ver tanta televisión.

Incluso alguna vez me contó que su abuelo fue partícipe de la guerra del pacífico aunque nunca pude comprobarlo. Mi abuelo era un gran abuelo, como esos que hay pocos pero que después por alguna razón de la maldita naturaleza se vuelven renegones. Y es que tener ochenta años no debe ser muy agradable para nadie a pesar de haber vivido casi todo.

Pero hay algo que nunca voy a olvidar y que aún hasta ahora me causa un poco de gracia. Mi abuelo siempre desayunaba con nosotros. Y la costumbre era que siempre yo vaya al mercado y comprara los panes que a todo el mundo le gustaba menos a mí. El famoso pan de piso, y no sé bien cómo describirlo pero sólo se una cosa; no es ese pan que que se hace en la acostumbrada máquina que hay en casi todas las panaderías, era un pan artesanalmente hecho. Y aunque parezca tonto cada vez que veía esa bendita máquina sentía un nosequé producto de que nunca me dejaron comprar ese curioso pan.

Pero un día desperté totalmente resaqueado y como ya era costumbre me levantaron de la cama lo más temprano que pudieron con la típica frase: "Ya, anda a comprar el pan". Y es que nadie entendía que estaba resaqueado es decir, totalmente cansado. Así que como el mercado se me hacía demasiado lejos, sólo atiné a comprar pan en la tienda de la esquina, esa que tenía la famosa máquina y cumplir mi tan ansiado sueño. Era mi primera vez con mi no-pan artesanal así que me sentí un tanto raro. Y con mi gran sonrisa en la cara me senté en la mesa en la que ya todos me esperaban y cuando vacié el contendio de la bolsa en la panera mi abuelo, mi gran abuelo pronunció algo que hasta ahora no olvido: "¡No! pan eléctrico no".