22 de octubre de 2008

¿Nos torteamos?

Mis experiencias culinarias no van más allá de hervir el agua o freírme un huevo. Y por ser más específicos recuerdo que alguna vez en mi vida en que la suerte me acompañó, pude hacerme una tortilla para el almuerzo. Sin embargo, siempre quise saber algo más.
Es por eso que ante la jugosa invitación de parte de algunos amigos (más amigas que amigos claro está) a hacer una “selva negra” para pasar la tarde, no pude resistirme y acepté con la mayor ilusión.

En la mañana del gran día, me levante muy temprano ya que tenía muchas cosas que hacer y quería terminarlas antes de las cinco de la tarde, hora destinada a realizar mi gran proyecto. Salí muy temprano a la tienda de la esquina a comprar un poco de azúcar en polvo y a buscar ¼ de cucharadita de canela en polvo; como muy claramente especificaba la receta. El día resultó muy tranquilo así que no tuve grandes cosas por las que preocuparme. Ya eran las cuatro y media de la tarde y en el salón de clases veía en el reloj como el tiempo transcurría lentamente. La frase “se me hace agua la boca” es muy cierta, incluso cuando esa señora que hablaba de un proceso mental que me tenía un poco confundido, ya sentía que saboreaba el chocolate con la crema encima. Dieron las cinco de la tarde y salí sin despedirme de nadie. Salí de la universidad y tomé el micro.

Al llegar ahí, me avisaron que ninguno de mis amigos (hombres) había podido ir por disponibilidad de tiempo y otros porque tuvieron cosas importantes que hacer. Poco a poco me sentí más intimidado porque me parecía ser el único emocionado por hacer una tortita, ya que rodeado de tantas chicas que habían hecho en su vida más de una tortita, yo debía de ser el menos experimentado. Pero no me importó porque estas chicas eran las cuatro mujeres que ya mencioné en mi queridísimo bloj, así que no tengo problema con ellas, ya que me entienden.

Aty estaba enfrascada en remover una mezcla un tanto raro mientras meneaba el cuerpo al son de la batidora, a esta chica le falta tono pensamos. Mini preparaba las demás cosas preocupada porque podamos ensuciar su cocina, mientras Lulú disfrutaba con cara de ternura ver a sus amigos haciendo algo juntos, que sentimentalismos caray. No recuerdo que estaba haciendo Aty, pero supongo que debió de estar hablando con el tipo de los cabellos largos y el antisocialismo que muy pocos entendemos. La mermelada, la cocoa y demás cosas raras que no pensé nunca tener tan cerca de mis manos se juntaban en tazones diferentes mientras la batidora sonaba y yo sólo pensaba en tomarme la sangría que rondaba por ahí.

Todo resultó muy bien, incluso con manchadas de ropa y besos de chocolate. Ahora sólo faltaba llevarlo al horno y disfrutarlo.

-Acompáñenme a Hiraoka- dijo Mini, es que tengo que averiguar un precio.
-Peroooo y la torta, decíamos todos-

Al final fuimos todos y ninguno se quedó en la casa confiando en lo que alguna dijo acerca de que demoraría como mínimo media hora en hornearse. Llegamos a la mencionada tienda, y luego de un corto paseo ya estábamos de vuelta. Un tipo en bicicleta hizo alarde de los atributos de Atty, lo cual me dejó un poco sorprendido ya que pensé que su especialidad eran los infantes pero bueno, siempre es bueno cambiar de aires. Ya llegando a la casa y jugando por la acera el hambre me invadió así que subí rápido en compañía de estas cuatro mujeres. Todos subimos las escaleras hablando de cualquier cosa y cuando abrimos la puerta el olor a quemado invadió nuestras narices y rompió mi corazón (jaja). Que ironía pensé, es la primera vez que hago una cosa de estas y se quema. La tortita estaba negra así que alguien dijo: bueno, si no salió selva, por lo menos salió negra. El interior no estaba quemado así que le hicimos huequitos y más huequitos hasta poder comerla.

Esta fue mi primera torteada y como es primera vez siempre la recordaré. Gracias.

14 de octubre de 2008

This is for you.

La primera vez que se desnudó ante mi me dijo que le daba vergüenza, en cambio ahora lo hace cada vez que tiene tiempo; mi tiempo no importa, porque yo siempre me hago tiempo para ella. Antes de ir a su habitación cogidos de la mano me decía en el camino que me quería y cuando terminábamos de subir las escaleras me dejaba verla entrar y mirarme con esos ojos pícaros que tiene. Ahora sólo me abre la puerta y camina delante de mí como si fuera sola, esperando que yo llegue para cerrar la habitación. Si las paredes hablasen sabrían que me quiso y que yo la quise, pero si hablaran ahora sólo dirían una larga lista de atrocidades marcadas por el desafuero y la gula. Mirábamos al techo cada vez que terminábamos y hablábamos pensando que ese era el mejor momento de nuestras cortas vidas. Ahora cada vez que terminamos yo cojo mi ropa y mis cosas, y con un fugaz “adiós” me despido hasta la próxima vez en que ella tenga ganas de mí y yo me rinda ante su mandato. Antes pensaba en comprar rosas y chocolates que nunca comía por su común terror a engordar, ahora sólo voy a la farmacia antes de visitarle para no sorprenderme con resultados no deseados. Antes me abrasaba porque me quería y yo porque sentía lo mismo. Ahora me abrasa para tenerme siempre con ella, aunque sea de lejos; y yo la sigo porque lo gratis siempre es bueno.
Ella amaba mis mimos y detalles; ahora me aborrece totalmente. Es por eso que cada vez que la veo intento hablar lo menos posible para no caer en el fracaso de tener que irme antes de tiempo. Yo antes la quería, eso creo; ahora no se que siento; a veces nostalgia, a veces cariño, a veces deseo y a veces náuseas por esta relación tan vacía.

Me acaba de llamar hace veinte minutos, me dijo que llegaría a su casa en media hora y que por favor fuera puntual; hasta hace cinco minutos que estaba decidido a no ir y acabar con esto; pero no puedo porque ella es mi puta linda y yo su perro fiel.

2 de octubre de 2008

Las Mias

Ponerle título a esto va a ser quizás un poco difícil, ya que tendría que ponerle cuatro títulos diferentes. Diferente cada uno de ellos y ninguno más especial que el otro; en el caso de que se pueda conocer algo más especial.

Decir “amigo” es muy fácil para una persona como yo. ¿Y quien soy yo? Soy un hombre de dieciocho años, que está en el popular camino de la carrera universitaria, y que cuenta con “amigos” (hombres) para pasar uno que otro fin de semana libre hablando, quizás tomando y haciendo otras cosas más que posiblemente me dejarán una resaca maldita. Hablando con estos amigos (hombres) de muchas cosas, pero probablemente, hablando más de mujeres que otra cosa, lo cual me dejará más wantan que nunca. Si bien es cierto durante mi corta vida he escuchado muchas cosas, y una de las cosas que cuando niño me dejaban un poco confundido era la típica frase: ¿Quién entiende a las mujeres? Reflexionaba yo; las mujeres son personas que piensan y por lo tanto, como todos pensamos no debe existir ninguna dificultad en entenderlas. Sin embrago, conforme uno va creciendo y se va construyendo un “historial amoroso”, es decir, cuantas flacas has tenido; caes en la cuenta que lo que alguna vez escuchaste y no entendiste es totalmente cierto. ¿Quién diablos entiende a las mujeres? El que pueda que levante la mano por favor.

Y de que sirve toda esta gran introducción me pregunto, y yo mismo me respondo. Mi respuesta va en relación a que he llegado a entenderlas un poco, con ayuda pero he entendido al fin y al cabo. Pero uno no entiende sólo. Ni siquiera mis más fieles y ¿experimentados? amigos me han ayudado a comprender tan misterioso ser. Sino que debido a cuatro personas con quien suelo filosofar sobre las vicisitudes de la vida en una mesa mientras tragamos y picamos lo más que podemos del plata de otro, he llegado a tener una pequeña base de lo que son estos raros seres.

Son cuatro nombres que no voy a nombrar, por miedo a que se abalancen sobre ellas miles y miles de hombres ansiosos de esencia femenina (HA!!). Por el momento sólo diremos: Lulú, Mini, Any y Aty.

Any, la mami. Quien suele hablar de un patita de cabellos largos, que siempre la lleva a un lugar que se llama : “estoy lejos” ; Aty, quien aunque se hace la indiferente, de vez en cuando muestra sus debilidades hacia los programas infantiles, los uniformes, las loncheras de power rangers y esas cosas. Lulú, quien recientemente me ha negado el permiso para pegarle a Toby y Mini, quien tiene una tendencia un poco rara ante los hombres de ojos jaldos.

Los huecos en la universidad son propicios para tirarnos por ahí (en realidad, no nos tiramos, sino que nos echamos en el pasto) y hablar de diferentes y variadas cosas. Y a pesar de que andar mucho con mujeres hace que se te pegue el pensamiento femenino, son más los beneficios. Ya que si no estuviera con ellas, a quienes quiero tanto, no recibiría tratamientos dignos del mejor spa de Lima, como masajes gratis en la espalda, cuello y demás partes sensibles, consejos exactos sobre esas mujeres que hacen sufrir a uno y cosquillas relajantes mientras juega uno cartas escuchando la música de Any (nuestra “locutorio móvil”), quien dentro de poco dejará de serlo…

Y después de tantas charlas; si pues, es muy jodido tratar de entender a una mujer. Pero felizmente, aún me quedan muchas horas con estas cuatro mujeres tan lindas que, aunque son un poco confusas, me han sacado ya de más de una tristeza y me han robado más de una sonrisa. Sólo espero que aún nos quede mucho tiempo para seguir haciendo lo que siempre hacemos; tiempo para almorzar mientras Aty cuenta a voz en cuello sus más íntimas experiencias, tiempo para jugar charada mientras se representa la película “premonición”, por favor que lo haga Aty!! Tiempo para que Mini me acaricie la cabeza y juegue con mi cabello, tiempo para que Any nos diga: “estoy lejos”, tiempo para que Lulú siga con sus actitudes calentonas y tiempo para que yo las viva.

PD: Preséntenme a sus amigas pe!