12 de noviembre de 2008

Marcela. Cap. I

Sus jadeos incesantes me llenaban la cabeza de deseo todos los fines de semana. Escucharla gemir a voz en cuello como la mujer apasionada en la que se transformaba cuando cerraba las puertas de su departamento me hacía reventar de sensaciones que ya no podía controlar más.

***

Hace algunas semanas me había mudado aquí, vivía con un amigo de la universidad que los fines de semana salía de viaje a Ica, su tierra natal. La primera semana estuvo llena de problemas; conseguir comida y demás cosas necesarias se nos hizo un poco difícil; sin embargo, al pasar los días ya nos habíamos acostumbrado. Era un departamento pequeño con dos cuartos. La ventana del mío daba a la ventana de ella. No sabía como se llamaba, sólo sabía que era una mujer muy simpática ya que me la había cruzado un par de veces en la entrada del departamento.

El viernes de la primera semana me había levantado muy tarde y tenía que llegar a tiempo a clases así que me duché lo más rápido posible y después de tomar un jugo salí corriendo y en la entrada tropecé con ella. Boté todas las cosas que llevaba en la mano, fue una situación muy embarazosa.

- Discúlpame, le dije, mientras recogía sus cosas; es que estoy algo apurado-
- No te preocupes, me dijo-

Su voz me encantó desde el primer momento en que la oí. Me llamo Marcela, me dijo, mientras me estiraba la mano para saludarme; le respondí el saludo y me despedí porque recordé que estaba con la hora. No me dijo nada más que su nombre pero en el camino me puse a pensar y traté de adivinar su edad. Quizás veinte o veintiuno que sería mejor, pensé. Siempre me han gustado las mujeres mayores y no sé porque.

Cuando ya había regresado encontré a José haciendo sus maletas porque se iba al día siguiente. Sólo atiné a dormir ya que había tenido un día muy cansado. El sábado otra vez me levanté tarde y José ya se había ido. Estaba sólo y no sabía que hacer. Recordé a Marcela y salí para probar suerte, sería bueno encontrármela, pensé; pero no la vi. Entré y me preparé el desayuno. Pasaron las horas mientras leía una novela que había guardado por ahí; llegó la tarde y estaba muy aburrido así que salí a caminar, entré a un cine viejo y pude dormir con tranquilidad. Al regresar mi novia me llamó, no la veía desde el viernes pasado, me dijo que estaba resfriada y un montón de cosas más que no hicieron más que aburrirme, me preguntó por cómo me había ido y yo simplemente le dije “bien”. Creo que eso la molestó un poco porque esperaba un poco más de participación de mi parte, pero en realidad ya me estaba aburriendo de ella, de cómo era y de cómo me trataba así que le dije que estaba muy ocupado y que le tenía que cortar. Luego me arrepentí y quise volver a llamarla pero un ruido afuera me entretuvo. Era Marcela recibiendo a alguien, escuché que lo invitó a pasar y después no pude escuchar nada más. Recordé que iba a llamar a Sofía, mi novia; pero se me habían ido las ganas. Ya eran las nueve de la noche y aunque era demasiado temprano decidí, como nunca, ir a dormir temprano un sábado por la noche.

Ya eran las diez y media y en la tele sólo habían cosas aburridas; la apagué y me estiré en mi lecho decidido a descansar y pensar que haría al día siguiente para no aburrirme. Fue en ese momento que abrí los ojos un poco aturdido. Los gemidos de la ventana contigua me habían despertado. Es Marcela pensé y el que entró era su novio o algo así. Intenté taparme con la almohada pero la seguía escuchando. En ese momento sentía un no se qué que iba entre la rabia por sacar a ese tipo de ahí y al mismo tiempo un deseo inmenso de estar ahí en vez de él. Me levanté y fui a la cocina por un vaso de agua, pero cuando regresé los jadeos seguían fuertes y rápidos. No sabía que hacer, intenté recordarla como la había visto el día que tropecé con ella; estaba en shorts de dormir y con un polo cualquiera que le quedaba un poco grande. Los jadeos seguían y yo seguía ahí en mi cama sin saber que hacer, fui otra vez a la cocina y me senté a tratar de pensar en otra cosa. Después de un momento regresé y no se escuchaba nada; sin embrago, de pronto escuché un gritito reprimido que al parecer, indicaba el final del acto. Me encontré parado en medio de mi habitación sin saber que hacer; parecía que el silencio reinaba en la habitación de Marcela. Habrían acabado me pregunté. No sabía que pensar así que fui al cuarto de José y aprovechando su ausencia me acosté a dormir.

3 comentarios:

Azucena Oré Vereau dijo...

JADEOS! jajaja esperaré el siguiente capítulo

Dolores dijo...

Esta buenísimo.
Yo también esperaré el siguiente capitulo.

Ultimas Virgenes dijo...

jaaaaaaa.. que buena cortez.

LACHATA