Sabes que la odias como a nadie, que le tienes un rencor incalculable que se expresa en cada caricia que le das y en cada beso que le robas. Sabes que manipula tus latidos, pero manejar el corazón no puedes cada vez que te pide más cariños. Sabes que deberías matarla con la mirada, pero te mira y te mata mientras ruegas piedad ante sus labios. Sabes que lo único que querías era no volver a verla mientras la vez a los ojos, esos ojos pícaros que te miran mientras se muerden los labios de placer. Sabes que te hueveó magistralmente mientras sin saber por qué le dices que la quieres y que te va a gustar siempre. Sabes que juega contigo como si fueras su nueva cosa mientras la sigues por la habitación buscándole robar un aliento más. Sabes que no la quieres, pero cómo quieres sus juegos, sus jadeos y sus mimos. Sabes que odias cada vez que sonríe, pero cada vez que sonríe contigo eres el hombre más feliz del mundo. Sabes que no la quieres desear, pero le dices al oído mientras se agita encima tuyo que la desebas en carne viva a un sólo aliento contigo. Sabes que no la quieres tener, pero tenerla cada vez que ella lo pide te hace olvidar tus más profundos rencores. Y sabes que te engañó, pero engañarte a ti mismo mientras la amas a lo artificial te lleva por unos minutos a querer quererla de nuevo...
Sabes que la odias y sabes que la quieres, pero cómo se quiere a quien se odia.